Por Mª Laura Martínez Ramírez.- A veces no entendemos bien eso de amarnos a nosotros mismos, y lo confundimos con el egoísmo de mimarnos de forma caprichosa.
Aunque cada uno está en el trozo del camino que le corresponde, es necesario para avanzar, alguna guía de hacia dónde hay que ir y reconocer si nos estamos equivocando o entretenidos. Para ello hay muchos maestros, porque la naturaleza nutre y guía a todos los seres.
Hoy recogemos como tal, el Libro de las Mutaciones o I Ching, escrito entre el 1122 y el 221 antes de nuestra era. En el hexagrama 27, versión de Richard Wilhelm, se habla de la nutrición, no solo de lo que uno recibe por la boca, también en el sentido más amplio, de la alimentación espiritual o superior, y con ello el cuidado que nos damos a nosotros mismos y a los demás.
Considera que para cultivar el carácter, ni las palabras ni el alimento, de los que hemos de preocuparnos de realizarlas del modo más recto, deberían sobrepasar la justa medida.
Cuando dice: que si quieres conocer a alguien lo único necesario es observar a quién otorga sus cuidados, junto con los aspectos de sí mismo que alimenta y cultiva, nos está indicando que fijemos la mirada en la parte de nuestra naturaleza a la que concedemos especial importancia, porque el cuerpo tiene partes nobles e importantes, e innobles o nimias, de modo que no se ha de perjudicar lo superior por lo inferior, pasando a deducir que el que cultiva esas partes menos importantes de su ser, es una persona nimia o de baja realización, y la que cultiva las partes nobles será un ser noble o de alta realización.
En relación con lo anterior, el gran hombre que aspira a que su luz brille y alumbre, recurre a alimentar, cultivando a los más experimentados y capaces, para que ellos puedan ayudar a otros algo menos aptos y rectos, velando así por todos. Directamente no pueda acceder a ellos, porque seguramente no lo entenderían, aun así indirectamente, asume la gran responsabilidad de velar por la nutrición de todos.
A veces por diversos motivos, por un tiempo a uno le puede faltar la energía para seguir, pero ha de saber que uno tiene que obtener su propia alimentación, y que te mantengan por debilidad interior de forma permanente, solo acarrea indignidad y desviarse del camino. Más si uno va en busca continua del alimento que no alimenta, desequilibrado permanentemente entre el deseo y el goce, con el único objetivo de satisfacer los sentidos, esta embriaguez que impide escuchar al Yo Superior no conducirá a ninguna meta, a nada bueno. Aunque cuando el sufrimiento aumenta, puede nos dé el coraje de hacer el aprendizaje y rectificarlo.
Esto inevitablemente nos lleva a reflexionar sobre el actual sentir de muchos, que ha tomado conciencia de lo importante de la autoestima, pero confundiéndola con egocentrismo, por lo que legitimados en una necesidad de hacerse más seguros ante la vida, abusan del porque me amo a mí mismo, o yo me lo merezco, utilizando la mayor parte de su tiempo y recursos en su imagen física y en proporcionarse todo tipo de caprichos egoístas. Pero como vimos, esto puede ser una trampa, que solo te hace perderte en lugar de encontrarte.
En el otro platillo de la balanza estaría el salvador, que olvida sus propias necesidades y lo que le hace feliz para volcarse en buscar la de otros, este dejar de nutrirse, al final puede generará resentimiento y estancamiento entre otras cosas.
Reflexionar sobre todo esto, incluso recogiendo objetivamente a qué dedicamos nuestro tiempo, guiándonos por nuestra sensación interna de plenitud y gratitud en cada uno de estos momentos, que correlaciona con si aquello con lo que nos llenamos nos nutre o no, puede servir para saber si estamos en el camino correcto, y lo que de ello se deriva.
Muchas gracias por el artículo, Mª Laura. Es muy interesante.
Hay una parte que me ha llamado especialmente la atención, y es la de que el cuerpo tiene partes nobles e innobles. ¿Cuáles son unas y otras, y por qué unas son nobles y las otras innobles?