Por Daniel Hernández García.- El arte de profundizar en nosotros mismos, reside en tener una mente tranquila, serena y vacía de pensamientos.
Hoy en día se nos hace muy complicado buscar ese refugio interior, ya que todo esta movido por la ocupación constante. Hemos convertido al autoconocimiento como una herramienta más para llenarnos los bolsillos y el corazón.
Somos incapaces de estar quietos en el sentido estricto de la palabra, sin nada que proyectar en la mente. Nos sentimos inútiles si no somos capaces de mantener la cabeza, cuerpo y las manos ocupadas, aunque sean tareas nada beneficiosas para cumplir con aquello de «mens sana in corpore sano».
No soy anti-tecnológico, es más, creo que un buen uso de la misma puede ser muy beneficioso tanto a nivel individual como para la sociedad en su conjunto. Sin embargo, hoy en día un móvil se ha convertido en una herramienta que lejos de obedecer a su significado como tal, se ha convertido en un apéndice más del ser humano.
El mundo tecnológico es nuestro refugio, en base a mantener vigente el mantra de «la ocupación por la ocupación». Si paráramos por un instante y fuéramos conscientes del momento en el que estamos, encontraríamos la novedad solo con fijarnos más en el mundo que nos rodea.
El tiempo actúa al compás de un reloj de arena que es la vida, creyendo que siendo útiles de las maneras más vacías y banales, cumplimos con los propósitos que nos marcamos en nuestra existencia.
Es triste ver las horas caer como un castillo de naipes, mientras lo que ocurre a nuestro alrededor pasa sin pena ni gloria.
Es hora de volver a aburrirnos. De parar el tiempo y encontrarnos a nosotros mismos. De profundizar en todas aquellas preguntas preguntas que debemos hacernos como humanidad: ¿Hacia donde vamos? ¿De donde venimos? ¿Quién soy? ¿Cual es mi propósito en vida?.
Hacernos estas preguntas tampoco debe convertirse en un flagelo absurdo, ni de pasar el calvario de lo que pude hacer y no hice. No se trata tampoco ni de expiar pecados, ni tampoco sentirnos unos miserables. Estas preguntas tan solo deben ser el punto de partida para el conocimiento de nosotros mismos, ni más ni menos.
Es el momento de que observemos todo el entorno que nos rodea y de no vivir a velocidades imposibles e insanas. De saber que la vida continúa y que tampoco debemos olvidarnos de nuestras obligaciones diarias. Pero si darnos la oportunidad en pequeños instantes del día, de estar aquí y ahora.
Se trata sencillamente de volver a nuestra más inocente y tierna infancia, para aburrirnos de nuevo.