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Home » Artículos » Aceptarte tal y como eres

Aceptarte tal y como eres

¿Cómo se acepta uno mismo si no te enseñan a observar cuáles son tus gustos o lo que te atrae? ¿Si de pequeño cualquier acción que hagas y se salga de la tolerancia de tus padres es reprimida? ¿Cómo amar a un ser que está hecho a pedazos? Un poco de mamá un poco de papá un poco de hermanos o referencias externas que nos enseñan a admirar o decir que son lo mejor o triunfadores.

Amarte a ti mismo parece ser un amar todos los «defectos» que tienes: «mal genio», «ser frío», «ser apegado» y «virtudes»: «estudioso», » amable», «ayudador», etc., Es decir, todo el personaje con el que nos movemos en esta tierra. Lo interesante es empezar a ver que todas esas formas son efectos de lo que crees de ti. Por ejemplo, si piensas que eres insuficiente lo muestras siendo mal humorado, lo cual al ser juzgado como malo lo compensas ayudando a las personas, mostrándote siempre dispuesto, con la intención de ser perdonado por ésa característica. Lo importante es detenerte a examinar de dónde surge la idea de que eres insuficiente, (y así cada una de esas creencias), ¿cuándo fue la primera vez que lo sentiste o a quien se lo oíste decir? Ésa creencia hará que tu comportamiento siempre se dirija a complacer al otro, y entonces amarte a ti mismo, queda sepultado bajo las creencias y compensaciones que día a día vas reforzando.

Una vez que se inicia el análisis de esas creencias va surgiendo la posibilidad de pensar que al final, no eres todo eso con lo que te mantienes actuando, (identificado) eres algo más mucho más profundo. Todas esas creencias esconden a tu ser esencial, tu bondad intrínseca la cual sería fácil de amar, no tendrías que buscar argumentos ni excusas para ser querido. A partir de dicho análisis, va quedando un espacio en tu mente en el cual observas qué es lo que te gusta, que a veces por no permitirte ser libre juzgabas como malo en las otras personas, ley de espejo, deseos reprimidos, juicios hechos a partir de ídolos construidos.

En un ejemplo concreto he de decir que mi mayor prejuicio eran las personas que no les gusta salir de su casa, (por asociación con la tristeza), que son serias, (lo cual interpreto como enojo) por lo que durante toda mi juventud fui la más fiestera, llena de amigos y en la calle casi siempre. Ahora que ya hay más espacio debido al trabajo de análisis y razonamiento, me doy cuenta que era una proyección pues pensaba que ése tipo de personas al no dejar claramente explícito sonriendo por todas partes que estaba todo bien, eran la causa de los conflictos que vi de niña, así que copié la forma de ser de quien sonreía creyendo que así podría conservar la paz en mi entorno. Sin embargo, en todos estos años de forzar ser de una manera, se fue acumulando rencor y resentimiento. La gente me debía por el esfuerzo profundo que hacía por mantener un ambiente relajado.

La última vez que empecé a sentirme incómoda ante la presencia de alguien con ésas características serias, me detuve, me vi en ella y me di cuenta cuánto he negado mi preferencia por el silencio, por la soledad y entonces me empiezo a aceptar, con cierto miedo las primeras veces porque sigue latente la creencia de que es mi responsabilidad el bienestar de los demás, pero dando pasos en dirección a atravesar dichos miedos y entonces desde ahí veo que puedo empezar a conocerme, a saber que no es la apariencia lo que me hace valiosa, sino la autenticidad del ser, que entre más auténticos más amor podemos dar y sentir por nosotros y por los demás. Sé que en ése silencio aceptado y amado encontraré muchas respuesta que andaba buscando en el ruido, en el otro y entonces sentiré la deseada plenitud, el sano desapego de querer que los otros me acepten.

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