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Anicca y la sabiduría de la inseguridad

Por Ramiro Calle.- Anicca es un término de la lengua pali (la hablada por Buda) que podemos traducir por transitoriedad o impermanencia, pero lo importante no es como lo traduzcamos, sino que entendamos y realicemos lo que es y esa visión clara de su inexorable realidad nos ayude a transformarnos, mejorarnos y humanizarnos.

Los animales viven en la impermanencia, como todo ser vivo, pero ellos no refleixonan, que sepamos, en la misma. Por el contrario, los seres humanos (a menudo más bien in-humanos) podemos reflexionar en ello y utilizar esa reflexión y discernimiento como un método transformativo de indudable eficacia. Si penetrásemos con entendimiento lúcido el fenómeno de la impermamencia, de manera espontánea tendríamos menos apego y menos odio, y, por supuesto, menos miedo. Pero debido a lo que los hindúes denominan maya (el espeso velo de ignornacia de la mente), no nos percatamos de que todo muda, todo fluye, todo surge y se desvanece y, en suma, nada permanece.

Hay una sabiduría muy especial y a la que recurrentemente hago referencia en mis clases y es la denominada de la inseguridad. Consiste en entender cabalmente, en discernir en profundidad, que todo es inseguro y que, como apuntaba el gran poeta Tennyson, lo único seguro yace en la inseguridad. Como todo está sometido a la ley del movimiento y de la dualidad, en realidad la seguridad total no existe. Paradojicamente, el que quiere estar seguro de todo y demanda por tanto un exceso de seguridad, se siente más inseguro, porque en su fuero interno sabe que de nada se puede estar plenamente seguro. El que desarrolla e incorpora a su vida la sabiduría de la seguridad, se siente infinitamente más seguro.

Muchas veces, debido a la petulancia neurótica de nuestro ego, creemos que todo podemos controlarlo, como la necia pulga que cabaga a lomos de un elefante y piensa » a la derecha» y casualmente el elefante gira a la derecha. Entonces la pulga piensa: «¡Cómo lo domino!» Y unos minutos después el elefante estornuda y ya sabemos dónde va la pulga.

Lo que nos cabe a veces controlar es nuestra actitud ante lo incontrolable, pasajero e inseguro. Ya lo dijo un general al perder la guerra: «Ahora ya no controlo nada, pero puedo controlar mi actitud ante que no controlo nada».

Buda supo, como nadie, penetrar y realizar la impermanencia, más incluso que los modernos físicos cuánticos. Viendo con claridad meridiana esa inevitable transitoriedad, superó las tendencias insanas de la mente: la ofuscación, la avidez, el odio y el miedo. Para ello hay que obtener, a través de la meditación y otras técnicas, la denominada por Patanjali «visión pura» y por Buda «visión penetrativa». Entonces se produce un entendimiento supraconsciente y uno se percata de que nada es totalmente seguro y de que todo es impermamente. Y lo hace no con pesadumbre, sino con gozo, aprendiendo a vivir en lo que es a cada momento, sin tanto afán por agarrar ni por rechazar.

Ramiro Calle

www.ramirocalle.com

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