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Antes de desear está merecer

Por José Antonio Cordero.- La linda criatura que llegó a casa pidiendo a sus padres que le comprasen una cosita, no muy baratita, comenzó a llorar y a gritar cuando la respuesta fue: ‘No, no tenemos dinero ahora’. Pero siguió insistiendo, no queriendo reconocer que las cosas habían cambiado y que ya no había el dinero de antes. Esos llantos de hijos encaprichados llegan a crear sentimientos de culpabilidad en los padres por no satisfacer a sus hijos.

La inconsciencia de la realidad nos hace ser criaturas caprichosas y aquí la edad no tiene límites para tantos irresponsables caprichos. La inconsciencia llega a producir un insaciable deseo de pedir continuamente. Los caprichos de los niños son diferentes a los jóvenes, y de mayores cambian en calidad-precio como en cantidad. La gran variedad de caprichos difiere pero tienden a coincidir en una cosa ya que satisfacen un ratito, mayor a menor, y luego ‘na de na’.

Evidentemente lo más importante es ser feliz en cualquier faceta de la vida, pero sería adecuado darse cuenta cómo conseguimos satisfacernos. Si es a costa de otros o de sacrificados padres que lo entregan todo por los hijos, que tardaron más tiempo en ahorrar para que los hijos en poco tiempo menospreciar los regalos. Es duro llegar a casa cansados del trabajo y ponerse a hacer la comida con cariño para que luego se rechace la comida, y más duro es escuchar: ‘esto directamente a la basura’ . Estos rechazos reflejan la inconsciencia y falta de valoración porque la comida nunca falta en la casa. Desgraciadamente siguen existiendo estas cosas en este mundo tan enfocado en la vida material. La pobre educación de no saber valorar las cosas que se tienen.

Es tan difícil encontrar hoy hogares en nuestro continente que agradezcan los alimentos recibidos. El dinero no creó los frutos, fue la tierra que tanto trabajó realizó para crear los frutos,. Así es la situación. Tener un plato en la mesa es una bendición de la naturaleza, un precioso regalo, cada día este hecho es masivamente ignorado. Cerrar los ojos para dar las gracias por los alimentos que se van a ingerir es cosa rara, o considerado como una ideología religiosa, o simple cursilería.

Parece que el dinero puede comprarlo todo, pero no es así.

Algo que debería saberse es que a quienes les gusta recibir por sistema pueden perder mucho más que lo recibido, porque ignorar lo recibido es un desprecio que se paga con más mezquindad personal. Recibiendo mucho, se puede llegar a perder mucho, sobre todo cuando no se supo cómo llegó aquello a las propias manos. La palabra recibir debería estar relacionada con merecer, aunque decirlo de forma tajante puede llegar a ser hiriente. Decirle a un hijo: ‘tienes lo que te mereces’ es una expresión que los propios padres evitan para no herir sentimientos. Pero la Naturaleza al final nos muestra como tenemos aquello que merecemos, y que la Ley Natural no se mueve tanto por lo que se desea sino por lo que se merece. Primero merece y después desea, nos dijo varias veces Maharishi.

Una semilla de lechuga tarda cuatro días en brotar, más unos veinte días en hacerse plantón y luego treinta días más en hacerse lechuga, y ya está lista para cortarla y tragarla o bien ser bien recibida y tratada como la mejor señora. El árbol del mango da una cosecha al año, un proceso largo, donde la madre natura va trabajando día y noche para que el fruto no falte. La madre natura, llámese doña fresita, trabaja muchísimo más que todos los agricultores juntos, pero trabaja en silencio, es constante como buena madre, y sabe sonreír a aquellos agricultores que no la envenenan, que la miman.

La naturaleza sabe que se trafica con ella, pero acepta este juego del vivir para crear más bienestar para todos. Doña Fresita, no tiene ojos, parece ser una cosita blanda, delicada y dulce, que se deja cortar sin lamentos, y que gusta entrar a formar parte del cuerpo humano, porque ahí culmina su plenitud, no se siente desgraciada cuando se ha engullido sin valoración, sabe que el desprecio va directo al recto, pero reconoce cuando es ingerida con ternura y con más satisfacción entrega sus valiosos nutrientes, ella sabe que está contribuyendo hacia una evolución conjunta.

Los frutos son más felices cuando son considerados claves para crear un mundo mejor. El mundo de las plantas es mucho más comunicativo de lo que podamos creer.

Lamentarse por no tener dinero para comprar los mejores reyes, es peor que vivir como el camello ya que nosotros mismos cargamos más piedras y la joroba crece y nos joroba la vida.

Saber disfrutar de las cosas que tenemos, por muy pequeñas que sean, nos hace disfrutar mucho más la vida.

Desear no es malo, es bueno porque forma parte de la evolución, lo importante es tener la capacidad de satisfacer los propios deseos. El punto clave está en que la riqueza interior siempre es muy superior a la riqueza externa. La riqueza externa está sujeta a depreciación e incluso perderse, sin embargo la riqueza interior se revaloriza cada día y nunca se pierde.

Saber vivir y ser feliz es lo más barato que existe. El árbol del aguacate tarda un año en dar frutos, igualmente, nosotros no deberíamos lamentarnos por no tener todo en este momento. La principal preocupación debe enfocarse en el crecimiento interior, en la raíz humana, que no es otra cosa más que encontrar ese paraíso que habita en nuestro interior. La raíces no están en nuestros antepasados, están en aquello que todavía no ha pasado, es decir, en la fuente del pensar, en ese momento anterior a la existencia del pensamiento. Ese momento donde parece que nada ocurre es en realidad el punto de arranque que nos lleva a satisfacer cualquier deseo, así se descubre cómo ninguna riqueza exterior es superior a la interior, ninguna posesión es superior al que se posee a sí mismo.

Menospreciar la vida trae sufrimiento. Perder la vida en ridiculeces trae luego el llanto del ¿por qué a mí?

Aprender satisface más que cualquier juego, nada hay más satisfactorio que Conocer, y si conoces la realidad de la vida te haces el dueño del mundo, sí, dueño del mundo que has creado, ese mundo que fue apreciado fuera porque antes había sido conocido en su origen, en el ser interior. El mochuelo picotea los frutos, sin embargo el que sabe la dirección se hace más sabio cuando contacta con la savia, esa energía interna que se mueve en silencio para crear las aceitunas y el rico aceite que hasta lo hacemos virgen. El ser humano puede perder su virginidad, pero nunca debería perder su calidad Extra, para apreciar todo y ser agradecido por todo cuanto recibe. La evolución está en juego

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