Por Isabel María Campillos Pérez.- Todos los días pasan cosas extraordinarias, no nos damos cuenta.
Todos los días vamos a 90 km por hora, inmersos en el frenesí de una sociedad que cada vez nos exige tener y ser mejores que los demás para “dar la talla”.
Olvidamos la melodía de nuestra canción, la de nuestro corazón, y nos desconectamos de nuestra emoción.
Buscando rellenar “los huecos vacíos”, y satisfacer las expectativas, y deseos de los demás, se nos olvida remar hacia el que es nuestro lugar.
Maltratamos nuestro cuerpo y nuestro niño interno, el que nunca nos dejó. El que todavía tiene sueños, y no cree en imposibles, el que siempre se vio capaz.
Intentamos componer la canción, pensando en los gustos ajenos, rellenando con ritmos de allegro los espacios de silencios.
Esos silencios que nos dan miedo, porque no los entendemos.
Y es que nos quedamos perplejos cuando la vida nos toma la palabra y nos dice: PARA, ES TIEMPO DE DAR LA CARA
Tiempo de enfrentarse, de agarrarse a uno mismo y soltar todo lo demás.
Tiempo de rendición, de jugar con nuestra emoción a ser campeón.
Tiempo de dejarse llevar, de soñar, de levitar.
Tiempo de sumergirte en ti mismo, de hacer paracaidismo.
Tiempo de tirar la moneda al aire, para ver si sale cara o cruz.
Pero sobre todo, es tiempo de lo que elijas tú.
De agarrar con fuerza tu cetro de poder.
De que empieces a creer (en ti).
De que te sorprendas siendo feliz, porque eres tu propio aprendiz.
Elige el fuego, dile adiós a tu ego.
Ese ego que solo te esclaviza y enmascara todas tus sonrisas.
El que te obliga a sobresalir antes que a latir.
El que siempre te pide un poco mas de ti, olvidándose de tu sentir.
El que te hace partir hacia donde no quieres ir.
Olvida todo eso, déjalo ir…
Ponte las manos en el pecho, camina derecho y apunta mucho más alto que al techo…
El límite no es tan estrecho.
Apunta lo más alto posible, no te hagas invisible.
Borra “imposible” de tu vocabulario y vuélvete un legionario.
Sal al escenario, y demuestra (–TE) que ya no eres el de antes.
Que aprendiste a vestirte y desvestiste. Que ya no estás triste.
Que todas las veces que caíste formaron parte de tu duro entrenamiento.
Que ese golpe, solo fue un escarmiento.
Por favor, no te mientas más.
No vivas una falsa vida, dile adiós a tu chaleco salvavidas.
Estamos aquí de paso, sé tu propio marcapasos.
Marca el compás a tu gusto.
Cierra los ojos, frena tus palpitaciones, son tan solo emociones…
Déjate llevar por el impulso.
Confía en el instinto que te hizo ser distinto.
Échale un pulso a las circunstancias, porque solo son eso, escenas en las que seguimos siendo nosotros mismos.
Seguimos eligiendo, seguimos ganando y perdiendo dentro de ese mismo contexto.
Sólo nosotros elegimos si seguir en el suelo, o subir al rascacielos.
Te pido, que no te olvides de quien eres tú.
Conserva tu esencia entre la multitud.
Aprovecha tu experiencia, tal cual propia ciencia.
Eso será lo único que te garantice, los fugaces momentos felices y se borren cada una de tus cicatrices.
La vida se compone de contraste, al igual que las teclas de un piano.
A veces nos dice sí, otras no.
Pero seguimos siendo nosotros los que decidimos si alzamos la mano o nos paralizamos.