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Buda o el despertar de la consciencia

Por Ramiro Calle.- Acabo de reeditar mi obra «BUDA, EL PRÍNCIPE DE LA LUZ», con la editorial Temas de Hoy (Grupo Planeta).  Desde niño me sentí especialmente atraído por la figura de Buda, un príncipe que había sabido renunciar a todo para hallar la paz sublime y el conocimiento supremo. En ese sentido hago mías las palabras del venerable Narada Thera: «Cuanto más le conozco, más le amo; cuanto más le amo, más le conozco». Fue Narada Thera, abad del monasterio de Vajirarama (Sri Lanka) quien me dió el sobrenombre budista de Rahula.

Nadie como Buda indagó en la mente humana e investigo en la naturaleza del sufrimiento, que alcanza a todas las criaturas sintientes. Y buena parte de ese sufrimiento viene causado por el ser humano debido a la ofuscación, la codicia y el odio que envenenan la mente.

He recorrido varias veces en la India los caminos que siguiera el Buda predicando la Enseñanza. Y he escrito este libro con inmensa motivación, pues la enseñanza del Despierto sigue estando hoy en dia tan vigente como cuando la impartió hace dos mil quinientos años.

Como muy acertadamente declaró el gran filósofo Bertrand Russell, ni una sola gota de sangre se ha derramado jamás en nombre de la enseñanza budista, al contrario de lo que nos han tenido acostumbrados los aparatos eclesiásticos o las ideologías de las tres religiones monoteístas, que se han servido impúdicamente del nombre del Divino para ejercer todo tipo de atrocidades a lo largo de la historia.

Hoy en día siguen gozando de la misma fiabilidad las palabras de Buda cuando declara: «Tú eres tu propio refugio, ¿qué otro refugio puede haber?». O cuando les  exhortaba a sus discípulos: «Esperadlo todo de vosotros mismos. Enceded vuestra lámpara interior».

El genuino budismo no es una religión, sino una actitud de vida basada en la virtud, la práctica de la meditación y el cultivo de la Sabiduría. Mientras la mente del ser humano no se saneé y cambie, pocos cambios beneficiosos podrá haber en una sociedad que «confabula contra el individuo» y engulle sus mejores ideales. Sin desmayo, como aconsejaba el Buda, hay que preparar la paz mental.

Nunca el ser humano vivirá en paz en tanto no gane primero esa paz mental para su mente. Invitaba a irradiar benevolencia en todas las direcciones y hacia todas las criaturas y predicaba: «Como una madre vela por su hijo, dispuesta a perder su propia vida para proteger a su único hijo, así, con corazón desprendido, se debe cuidar a todos los seres vivos, inundando el mundo entero con una bondad y amor que venzan todos los obstáculos».

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