Por Catalina Lobo.- Escribir este artículo es más complejo de lo que parece. Las personas algunas veces nos vamos a los extremos… o blanco o negro. Cuando intento hablar sobre soltar las expectativas, muchos suelen reaccionar diciendo que si no las tienes, entonces no tienes metas ni motivaciones; es por esto que seré enfática en afirmar que yo también tengo metas y motivaciones pero que me mantengo alerta para no permitir que la expectativa contamine mi día a día.
La disfunción no está en nuestros objetivos o propósitos sino en enfocarnos en lo que esperamos que nos proporcionen. Intentaré ser mas explícita, y aclaro que para encontrar el equilibrio, la felicidad y paz interior es de suma importancia desmontar los patrones mentales que nos generan sentimientos, emociones, pensamientos y cualquier cosa negativa.
Las metas, los sueños, los propósitos… son perfectamente válidos, son nuestro motor. Lo que no es válido es enfocarse en que dichas metas, sueños o propósitos nos darán la felicidad. Esta solo se puede encontrar en el momento presente, en el disfrute del aquí y el ahora, se origina en nuestro interior, en el placer de disfrutar cada cosa que sucede, en la capacidad de valorar cada instante que estamos experimentando.
Podemos compartir nuestra felicidad con los demás, pero nunca encontraremos la felicidad en alguien distinto a nosotros mismos. No podemos hacer responsable a otro de hacernos felices, sería egoísta por nuestra parte y estaríamos poniendo una gran responsabilidad sobre sus hombros.
Puedo ser feliz y disfrutar el camino hacia la consecución de un propósito, más el propósito como tal no me dará la felicidad, esta se encuentra en el camino no en el resultado.
Aún no logro entender muy bien cómo se instaura en nosotros el mal hábito de proyectar nuestra felicidad a algo que en este momento no existe. Comenzamos a apegarnos a un resultado futuro que está delimitado por nuestro ego y terminamos por ceñirnos a un plan que cuando se sale de nuestras manos, produce frustración. No controlamos nada, solo la manera en que reaccionamos a los estímulos del exterior. Muchas veces nuestros caminos cambian de rumbo, y es importante nadar en la dirección del agua en la que estamos navegando
Nuestras proyecciones y el apego al resultado solo nos distraen de lo que está sucediendo. Mantenernos distraídos solamente nos aparta de la verdadera plenitud.
Antes de que mi madre muriera, mientras yo tenía una vida entre comillas perfecta, buscaba algo más. Realmente no sé el por qué, solo lo buscaba, era un impulso automático; como mencioné anteriormente era un hábito. Pensaba que sería más feliz cuando lograra ser la corredora de bolsa que soñaba, esa trader adinerada, poderosa…, y mientras tanto me perdía de todo lo bonito que estaba sucediendo a mi alrededor. Mi atención estaba toda puesta en algo que aún no existía.
En ese momento estaba en la universidad, añorando una vida laboral que me proporcionara independencia o “libertad”, dejando de disfrutar profundamente mi vida de estudiante por estar enfocada en una meta que realmente no sabía si me haría o no feliz, aunque mi ego así lo creyera.
Al morir mi madre mis prioridades cambiaron, esos sueños acerca del futuro se desvanecieron. En ese momento me sentí tan perdida, lo único que deseaba era encontrar el camino nuevamente; aunque a decir verdad lo que realmente deseaba era tener nuevamente a mi mamá.
Una vez más estaba poniendo mi felicidad en algo que en ese momento no tenía. Sé que son dos cosas muy distintas, lo importante aquí no es la dimensión de lo que se anhela sino la comprensión de que nuestra mente egóica, siempre pone toda su atención en lo que no tiene convenciéndonos de que solo seremos felices cuando lo obtengamos. Y lo más vil, es que cuando lo obtenemos y nos damos cuenta que eso no nos da lo que buscábamos, nuestro ego como es habitual, se enfoca en una nueva carencia que debemos satisfacer y vuelve a comenzar el proceso que nos mantiene distraídos del momento actual.
Permanecí distraída por muchos años, perdiéndome de todo… del amor, del sexo, de una caminata, de la sensación que produce el viento cuando toca mi piel, de saborear una fruta, de reírme, del simple hecho de compartir con mi familia o amigos, de disfrutar lo que la posibilidad de estar viva me ofrecía a cada momento. Era como un zombi, hacia todo de manera mecánica, sin prestar atención a los sentimientos, sensaciones, emociones, etc. que cada actividad me podía proporcionar, y todo esto, por estar enfocada en algo que nunca sucedería. No sabía como volver a sentir la sangre en mis venas, aunque mi corazón latía mi interior se marchitaba cada día más.
Un día uno de los profesores con los que estudié sobre el comportamiento del ser humano y sobre el funcionamiento de nuestra mente, en uno de los ciclos de estudio llamado sociología, pinto en el tablero un punto negro y me pregunto:
–¿Qué ves?, a lo que respondí, –un punto negro.
Él se quedó en silencio por un momento, supongo que esperaba que me percatara de mi error, cuando se dio cuenta de que yo estaba totalmente distraída del momento, me dijo:
–Si pones toda tu atención en el punto negro, te pierdes el infinito blanco que hay a su alrededor.
En ese instante no comprendí muy bien, usualmente nos sesgamos y nos cuesta ver más allá de nuestras narices, pero un día desperté sabiendo qué había querido decirme. Mi atención había estado muchos años puesta en recuperar a mi madre, pero eso ya no sucedería, o por lo menos no de forma material. Ese día pude comenzar a hacer mi duelo, y aunque ya habían pasado años desde su muerte, nunca es tarde para actuar.
Hoy mis palabras se mezclan de melancolía y alegría, recordar ese instante me trae muchas emociones, en ese segundo volví a nacer, volví a vivir porque fue ahí, en ese preciso momento donde comencé a hacerme consciente de que puedo ser feliz hoy. No tengo que esperar a mañana, no tengo que esperar a que algo suceda, no tengo que esperar a conseguir lo que en este momento no tengo… puedo ser feliz ahora mismo y puedo serlo porque ser feliz es una elección y ese día yo hice la mía.
Reflexión:
Cada vez que enfocamos nuestra atención en una sola cosa nos perdemos de todas las opciones que la vida nos ofrece. La apertura mental es importante; está bien tener metas, sueños, propósitos… pero es indispensable ser conscientes de que lo que pensamos que es lo mejor para nosotros en ocasiones no lo es. La vida es un fluir de infinitas posibilidades a las que día a día nos cerramos por estar enfocados en algo que no está sucediendo, y que desde nuestra ignorancia interior pensamos que es lo adecuado.
Soltemos el punto negro y enriquezcámonos con las infinitas posibilidades que ofrece el blanco a su alrededor. Sucederá siempre lo que sea mejor para nosotros, lo único que hay que hacer es confiar y fluir por donde la vidanos lleva.
Catalina Lobo