Por Nuria Velasco.- Hace muy poco conocí a una persona que estaba empezando a trabajar en algo que le encantaba. Trabajaba desde la vocación, pero llevaba poco tiempo. Antes había estado desarrollando un oficio que no le gustaba, pero le pagaba el alquiler. Durante años estuvo así sin plantearse la posibilidad de que su vida pudiera ser diferente. Pero un día lo hizo. No quiso seguir en un camino donde él no tuviera sentido y sin propósito. Así que se lanzó sin red a su propia vida. Y lo consiguió. Cuando le conocí llevaba pocos meses en el nuevo trabajo, que le llenaba de alegría, pero decía sentirse muy cansado físicamente. No hizo falta preguntar mucho la causa porque él la achacaba a la actividad mental: pensaba demasiado y eso le agotaba. Interesante, ¿verdad? Es cierto que la actividad mental excesiva requiere de muchísimos recursos y energía del cuerpo, lo drena. Y ¿cuál es el motivo de tantos pensamientos? Su trabajo nuevo le obligaba a estar muy concentrado, porque no lo dominaba, y su perfeccionismo le hacía ser consciente de todos sus errores y falta de pericia. Le vi la lógica a su postura: quería hacerlo bien y no tenía todavía la experiencia suficiente para relajarse, pero ¿de dónde venía el agotamiento? Del tipo de pensamientos que tenía.
Su enfoque estaba todo el tiempo en lo que hacía mal, en lo que no sabía, en sus carencias, en sus errores…. No estaba viendo las posibilidades de su nuevo trabajo, en la valentía de su cambio de vida. No veía las situaciones como oportunidades de aprendizaje, sino como demostraciones de su ignorancia. No estaba agradeciendo su constancia y su esfuerzo, sino que se estaba agotando por la montaña de lo que le quedaba por aprender. No estaba disfrutando su nueva vida.
Ese hombre se estaba perdiendo las maravillas de trabajar desde la vocación, la ayuda que estaba prestando a los demás, las posibilidades de implicarse en una actividad y perder la noción del tiempo, de fluir porque todo él tenía sentido haciéndolo. Se estaba olvidando de que ya no había batalla interna dentro de él diciéndole que odiara el día al levantarse. Pero estaba tan acostumbrado que quizá necesitó crear su propia batalla interna.
Le entendí porque yo también funciono un poco así. Tengo que recordarme, a veces, que me estoy enfocando sólo en lo negativo de la situación. Bueno, la situación no tiene positivo o negativo, es sólo mi percepción etiquetando en función de cómo me siento. De manera que es una elección la forma en que enfocamos las circunstancias. Claro que tenemos que ser conscientes de nuestros errores, pero para aprender de ellos y no repetirlos. Claro que debemos tener en cuenta nuestra falta de experiencia, pero también de que es cuestión de tiempo tener esa experiencia. Y esto vale para cualquier área de nuestra vida. Estamos más pendientes de lo que no tenemos y eso nos impide ser conscientes de lo que sí tenemos ya. Nos impide estar agradecido porque no apreciamos lo que ya tenemos. Cosas tan sencillas como tener un plato en la mesa o andar con nuestras piernas, es algo que damos por hecho siempre, pero hay personas que no lo tienen y no lo apreciamos hasta que lo perdemos.
Si sólo vemos lo que nos falta, las lágrimas nos impedirán ver las estrellas, como decía Tagore. Nos perdemos en nuestra cabeza, nos creemos los pensamientos que nos hablan de ausencias, porque nos hemos acostumbrado a estar en la queja. Y repito, es una decisión. Es mi decisión, cada mañana al despertarme, dar las gracias por las oportunidades que me dará el nuevo día, sin saber cuáles. Es mi decisión buscar la solución y no estar sólo en el problema. Es mi decisión que cada rechazo, caída o error sean lecciones para aprender. Es mi decisión hablar con cada emoción que surja para ver qué mensaje tiene para mi, para ver qué me enseña de mí misma. Es mi decisión parar los bucles mentales cada vez que me doy cuenta que estoy en uno, porque es mi decisión ser consciente de que ningún pensamiento es verdad, sólo son pensamientos. Y es mi decisión enfocarme en lo que tengo, en agradecer y no en pedir. Decidir lo contrario o no decidir, también es una decisión.
¿Dónde está tu enfoque la mayoría del tiempo?
Nuria Velasco