Por Francisco Luis Cruz Delgado.- Cuántas veces esperamos a hacer algo hasta que todo el camino esté aclarado, hasta que veamos que ya no hay ningún obstáculo. Cuántas veces, en lugar de esperar a que desaparezcan pudimos haber comprendido que los obstáculos eran pistas en sí mismos que nos mostraban realmente el camino. Justo apreciando la dirección que nos ocultaba era hacia dónde debíamos dirigirnos.
En realidad, cualquiera de las dos opciones son válidas, y cualquiera otra que se nos ocurriera, puesto que no hay una sola forma de hacer las cosas. Decidimos experimentar la vida en todos sus aspectos y este es uno de ellos. Quizá viendo los obstáculos como oportunidades, podríamos ver con más claridad, y en gran medida de eso se trata también: de experimentar que ese es uno de los secretos de la vida.
Cambiar nuestro punto de vista, nuestra interpretación de lo que ocurre, dejar de instalarnos en la queja, es lo que abre nuevas puertas a otros lugares desconocidos, o más bien olvidados. Quejarnos es quedarnos en el mismo bucle, en un nudo que si no lo deshacemos o lo cortamos, estaremos cada vez más imbuidos en el problema o en el obstáculo.
Se trata, pues, de cambiar nuestra mirada, la forma que tenemos de afrontar lo que nos ocurre o lo que se nos presenta, ver la belleza del nudo en lugar de la complicación, ver una nueva oportunidad de trascender algún bloqueo y recoger un premio. Eso es realmente tener una mente positiva, no vale solamente decir que bonito es todo si al más mínimo contratiempo nos paralizamos o nos venimos abajo. Estar alineados para tener la decisión de continuar desde una posición diferente que nos permita ver todo en perspectiva, como el observador, sin implicarnos en el bucle.