Por Chuchi Gonzalez.- Cuando salimos de la infancia, partimos repletos de dolores sin resolver, sufrimiento, llanto atragantado, deseos de venganza, miedos amontonados. Salimos sin salir. Sólo crecemos en el cuerpo y cargamos con nosotros todo ese cúmulo de experiencias, como quién se va de viaje al país del nunca jamás. Tu nuevo aspecto físico te distrae, crees que el pasado es un recuerdo y está muerto. Sin embargo, el pasado está vivo, es un organismo que vive en tu mente y se proyecta en tu vida diaria. Lo que no fue resuelto, busca solución. Por aquellos años, tuvimos necesidades de amor que nuestros padres, cuidadores, tutores no supieron satisfacer, y esa insatisfacción genera huecos, vacíos, imágenes mentales de futuras creencias limitantes hacia nosotros mismos.
Quizás tu madre un día te sacó de la cocina con un grito porque estaba enojada y sentiste “mamá no me quiere” “soy un estorbo para mi madre” “mamá me quita porque soy malo” “soy insuficiente” o tu madre iba a trabajar y le suplicabas que no lo hiciera y sentías “me abandona mamá” “el trabajo de mamá es más importante” “ mamá no me elige.” Sea lo que sea que hayas experimentado, desde un bofetón hasta un abuso; lo que se ha marcado en ti, es la interpretación de ese evento. No son los hechos los que nos afectan, sino lo que decimos de ellos.
A partir de lo vivido, etiquetamos y le damos nombre al dolor y a su vez, creamos una trampa para que no nos duela más, que se llaman máscaras.
Este mecanismo es una defensa que usaremos para que en el futuro, ningún otro descubra nuestra debilidad y menos aún, se aproveche de ella.
Estas heridas buscarán expresarse en tus relaciones con el mundo. Quieren que las mires. Quieren se sanadas. Pero cuánto más usas tus máscaras, más las alejas de ti y no resuelves.
¿Cómo se muestran en el presente?
Rechazando a las personas cuando quieren apoyarte
Alejando las grandes oportunidades
Viviendo retraído
Siendo un criticón compulsivo
Mostrando poca o nada empatía hacia el mundo
Lastimando con tus palabras, acciones
Siendo rígido en tus pensamientos
Dependiendo emocionalmente de los demás
Persiguiendo y hostigando
Buscando el control absoluto de todo
A través de la sumisión
A través de la grandiosidad
Todas y muchas más formas de expresarnos desde el miedo, revelan nuestro dolor más profundo. La gente cree que si gritas, enfureces o castigas tiene una gran personalidad, lo que no observan que es una personalidad de niño temblando de miedo. Lo mismo, si lloras, te encaprichas, o haces berrinches, tu personalidad es la de un niño sintiendo soledad.
No podemos actuar diferente a lo que fuimos en el pasado, porque somos el pasado en un presente. Somos un YO PASADO-PRESENTE. Para transformar la vida y crear un YO PRESENTE -FUTURO diferente, sólo hay que sanar.
¿Cómo se sana?
A través de soltar todos los juicios negativos, tóxicos y limitantes que tienes contra el mundo y con ti mismo. Entender que lo que ves fuera es lo que hay dentro. Cada día que maldices, te maldices. Cada día que castigas, te castigas.
Cuando empezamos a entender que no somos tan libres como creemos, que somos un eco de voces actuando en el hoy, podemos intervenir conscientemente y actuar de otra manera. Tu niño interior te espera. Acude a él.
Palabras mágicas: Di estas palabras cada día frente al espejo hasta que se convierta en algo natural
“Querido niño, te amo, te recupero, te agradezco, te sano”