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Creando nuevos senderos y dejando huellas de luz

Por Mª Laura Martínez Ramírez.- A todos nos ha pasado, querer ayudar a otros seres, o que directamente lo pidan, y sentir que no te pueden entender, que les falta un recorrido que tú ya has hecho, quieres evitarles el sufrimiento de pasar tantas frustraciones y sufrimiento, y es doloroso tener que dejarlos.

Pero lo podemos hacer porque sabemos que cada uno va siempre hacia adelante, no vale la pena volverse y quedarse acompañándolos, porque no sirve, al menos no sirve más, que el ejemplo de seguir nuestro camino de vida.

Le damos demasiada importancia a las palabras, al hacer por otros, pero en realidad el deber de cada uno es seguir su camino, sabiendo que somos y tenemos modelos, en esas almas valientes que han tenido la fuerza de crear senderos nuevos. Aprendemos de ellos, como se han tenido que guiar ante una posible decisión, por el mensaje y la sensación de expansión o contracción.

Podemos imaginar ese camino espiritual, y las huellas de luz que van dejando para nosotros, con solo seguir la voz de su alma.

Nosotros sin saberlo, también ayudamos a otros, sin perder nuestro camino, actuando desde el amor incondicional, aunque tengamos que pagar el precio de incomprensión, al no poder comprender otros, nuestros verdaderos motivos.

Pero cuando parece que no tienes acceso a ellos, que no te escuchan, que se pierden en tu explicación y te sientes impotente y aislado, lo cierto es que tu ejemplo desde la autenticidad de tu alma les está llegando más que tus palabras.

A veces el problema es entender la voz de nuestra alma, sabemos que nos habla mediante las emociones, pero tenemos que aprender ese idioma, igual que cualquier otro. Cada emoción, nos muestra la conexión con el amor incondicional, de cada una de nuestras acciones y pensamientos, con la verdad de nuestro camino, que es único para cada uno, aunque muchos pasemos por situaciones parecidas.

El lenguaje es sutil, hay que aprender a escuchar cualquier alteración mínima, una sensación de expansión o contracción es suficiente, pero no siempre estamos capacitados todavía para sentirlo, hace falta práctica. Ponerle nombre a la emoción y ver si es de miedo, de rencor, de enfado… eso muestra que he de pensar de otra manera sobre ese tema, que me acerque a emociones de esperanza, aceptación, alegría, etc.

Venimos con un propósito claro que nos marcamos para esta vida, ese es nuestro camino, lo demás importa menos, desde esta perspectiva amplia y por coherencia interna, nos vemos obligados a hacer cambios que no nos serán fáciles muchas veces, paro hemos de seguirlos, porque es lo único que nos traerá felicidad y sentido a nuestra existencia, y además, nuestro ejemplo es lo mejor que podemos hacer por los demás.

Partiendo de que venimos con una misión particular, la primera finalidad de la existencia es buscarla, para ello tenemos que indagar en la pista de nuestros dones, por lo que observamos y por lo que nos dicen los demás.

En otras sociedades primitivas, la educación iba encaminada precisamente a eso, a descubrir las capacidades con las que llegaba al mundo cada niño, para ir encaminándolo a realizar su misión de vida.

Por desgracia no es el caso de la mayoría de los sistemas educativos, en los que se ignoran las potencialidades, centrados en estudiar las mismas materias y de igual modo, para obtener un resultado numérico que ellos consideran objetivo, perdiendo en ese enfoque, lo que visto desde una perspectiva más amplia, debería ser el principal fin de la educación, ayudar al niño a descubrir los dones, que digamos trae de serie, que son una excelente pista para lo que ha venido a realizar, y preparar flexibilizando el sistema, para darle respuesta.

Presiento que hasta que los sistemas educativos no se encaminen en esa dirección, seguirán sufriendo un fracaso tras otro, sin obtener los resultados académicos que se proponen, que parece ser lo único que importa, y siendo una fuente de frustración, abandono, violencia, ansiedad y tristeza para todos. Porque lo peor no es que fracasen, lo peor es que se pierden, al no haber sabido nadie ayudarle a encontrar sus potencialidades, y puede que nunca lo hagan, sintiéndose incapaz e indigno, debido a la lacra de la competitividad, de la comparación, tú no eres un 7 o un 9, eres un 3 en tal asignatura, y terminan creyéndose que lo es en todo, al no enseñarle nadie en lo que es un 10.

Hoy me puedo permitir imaginar que en un futuro además de esto, los adultos sabremos ayudarles también a leer en sus emociones, para seguir lo que verdaderamente nace de su corazón, y poder así caminar confiando en ellos y en sus procesos, logrando crear nuevos senderos, y dejando huellas de luz para otros.

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