Por Ramiro Calle.- Crees que eres tú, pero es tu ego. Por eso tenemos que observarnos y crear un poco de distancia interior para ir separando el ser auténtico y no adquirido del ego adquirido y que es un gran falsario. Te surge el impulso de imponerte y dominar, te irritas y sientes celos, experimentas soberbia y vanidad, afán de venganza, rencor, necesidad de ser aprobado y afirmado, miedo a ser rechazado o desconsiderado.
Crees que eres tú, pero es tu ego. Ansías se reconocido, te jactas, manipulas, menosprecias a los otros, tratas de imponer tus criterios y subestimas a los que no los comparten, te crees en posesión de la verdad, te alegras con el elogio y te entristeces con el insulto.
Crees que eres tú, pero es tu ego. Él hace por ti; él lleva las riendas; él te utiliza como si fueras un monigote. Y crees que eres tú el dueño, pero es tu ego. Un ejercicio fantástico es observar nuestras reacciones egocéntricas, con atención y ecuanimidad, y poder sustraernos a la influencia hipnótica del ego. Mientras tanto somos sus lacayos y nos hace creer que tenemos algún poder cuando estamos bajo su castrante influjo en todo momento. Para fortalecerse se sirve del pensamiento, así como del apego y del odio. Ése es su alimento y por eso detesta la meditación, que supone saltar fuera de la sombra de la mente egocéntrica, para dejar, aunque sea por segundos, de ser él para ser uno mismo.
Ramiro Calle