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Cuando el silencio acrecienta el conflicto

Por Mª Laura Martínez Ramírez.- Hace poco ocurrió una situación familiar aparentemente poco importante, pero que me removió mucho. En ese momento era como si estuviera viendo las escenas en dos realidades, una a nivel físico, objetivo, terrenal, mental, y otro a nivel energético, como en otra dimensión. Sentía patrones de comportamiento que escondían mucha energía acumulada, mucha falta de verdad, porque existía un nudo que intuía había que deshacer. Todo tenía una densidad exagerada que a simple vista no se veía, pero sí se percibía por el modo inusual en el que respondían esos familiares.

Me vine a casa revuelta y no salí en tres días, sabía que algo había debajo de esa falta de verdad de todos.

Era necesario deshacer el nudo para que se arreglaran las cosas. Sí, había un nudo y sabía que era ancestral, no nos permitíamos ser las personas coherentes que éramos en otros momentos. ¿Qué pasaba? Si éramos capaces de deshacerlo sería un momento verdaderamente grande para todos nosotros, para los ancestros y los descendientes. Pero para ello teníamos que saber de qué se trataba.

En ese tercer día, cuando las aguas de mi estado de ansiedad se calmaron, me vino la causa:

Lo que me vino esa mañana al levantarme fue, silencio por miedo al conflicto. Y con ello acudieron los recuerdos de mi rama materna haciendo igual. Mi abuela ya nos transmitía que la mejor manera de no tener conflictos era el silencio. Cuando le preguntábamos por qué una nuera no le hablaba, ella decía- Yo no he hablado nunca mal de nadie… (silencio). Seguramente, este sistema les valió incluso para salvar la vida  alguna vez a mis antepasadas, pero hoy ya no me vale, yo creo en resolver los conflictos desde la asertividad, no desde el silencio. Si ellas hubieran sido capaces de hablarse y decirse por qué estaban tan distanciadas, tal vez, eso se hubiera solucionado y esos nietos podrían haber tenido más relación con su abuela…

Igual, recordaba a mi madre hacerlo así habitualmente, por ejemplo, responder con el silencio a los conflictos con su hermano, con su marido, con sus hijos, y reviví esa sensación de impotencia, de soledad, de cierre de toda comunicación externa pero donde todo bullía por dentro a punto de estallar en cualquier momento, porque era muy doloroso, y por fuera nada, solo la más elemental cortesía. Pero yo aprendí que el tiempo eso no lo calmaba, cada vez era mayor la distancia, hasta que una conversación llena de confianza madre e hija fue imposible de mantener.

No las juzgo, mejor dicho, no las condeno, porque  tal vez en ese momento no  estaban preparadas, pero aprendo de su experiencia.

Aunque a veces sentimos realmente que no es momento de manifestarnos, no siempre tiene por qué  ser así, estamos hablando de esos otros en las que callarte, y más cuando alguien te está hablando desde su verdad, es el mayor de los desprecios y así me sentía yo, además de manipulada, quizás porque también conlleva que cuando  alguien querido te rechaza, surge el deseo de hacer lo que sea para que te acepte otra vez, de modo que el que utiliza el silencio manipula con este sistema a los otros al hacerlos sentir culpables, para librarse de esta culpa estarán dispuestos incluso a ser desleales con ellos mismos.

Sí, mis sentimientos eran de miedo al rechazo  al no confluir con ellos, pero las respuestas que veía estaban partiendo de muy abajo y es que en el inconsciente había todavía una niña/o que percibía que si lo rechazaban era porque había hecho algo mal, entonces se sentía culpable y yo era medianamente consciente que para evitarlo  estaba dispuesta a dejarme manipular y hacer lo que no creía correcto, me traicionaba, y con ello el sentimiento de dolor era mayor, por esto hacía esfuerzos titánicos por mantenerme coherente.

El miedo al conflicto nos estaba llevando a actuar fuera de nuestro centro, de nuestra verdad. Habíamos aprendido que había que evitarlo antes que enfrentarlo, porque eso podía romper una familia, y antes que eso se es incoherente, se calla uno y se cede todo lo que se tenga que ceder, aunque el malestar con uno mismo, el sentido de injusticia y el rencor sean a la larga peores, aumentando la pólvora para cuando finalmente algo haga explotar la unión de la familia que tanto se ha querido proteger de forma equivocada.

He pasado mucho tiempo sola, y creo que si hay que renunciar al clan ahora, no pasa nada tan grave como antes, cuando seguramente este comportamiento, esta respuesta, se generó. Esa fue la llave, en el momento que acepté que pudieran irse de mi lado si era necesario para el bien común, todo empezó a verse con nitidez. Otra vez me demostré que cuando entras en lo que más duele, éste se dolor se disipa.

Podemos renunciar a la familia, podemos aceptar que se puede estar solo y ser más feliz con nuestra coherencia que a la inversa, y tal vez, yo confió en que sí, entonces descubramos que podemos vivir con todos más felices, al estar  en paz con nosotros mismos y con los demás sin miedo al conflicto, porque de cada guerra se sale fortalecido.

Por otra parte, renunciar a la expresión asertiva de nuestra verdad, nos llevaría a la enfermedad  ya que la salud demuestra la incoherencia con nuestra alma. Hay enfermedades que viene de ancestros que impusieron una opción equivocada, esclavizando a nuestro árbol y lo mejor que podemos hacer es la liberación, cambiando de dirección hacia la puerta de salida, con diálogos nuevos.

Ahora que había cambiado la programación de:

La familia ha de permanecer unidad para la supervivencia> el conflicto rompe la familia y por tanto peligra mi supervivencia> lo mejor es permanecer en silencio para evitar el conflicto, así evitar que me expulsen de la familia, y así sobrevivir.

Por:

-No hace falta que la familia permanezca unida para la supervivencia> por tanto no hay miedo al conflicto> por tanto no hay que responder con silencio.

-Pero además el silencio ante situaciones normales de la vida es lo que genera conflictos, que rompen familias.

-Mi supervivencia física y emocional dependen de mi coherencia, manifestada mediante la expresión asertiva de mí alma.  El conflicto nos ayuda a crecer, no hay que temerle sino afrontarlo confiadamente desde nuestra verdad.

Con esta toma de conciencia he sentido una sensación suave y reconfortante de liberación. Cuando nos volvimos a encontrar habiendo tomado conciencia del origen de la situación  todo fluyo mucho mejor.

Lo he querido compartir, porque creo que ejemplifica bien el trabajo en esta vida con las cosas cotidianas, ayudándonos especialmente de las interacciones con los demás, siendo muy observadores de nuestros verdaderos sentimientos, indagando y reflexionando sobre todo lo que nos pasa, para ir viendo así, cómo se pueden ir deshaciendo nudos, tomando conciencia, asimilando, reprogramando y liberándonos de lo que ya no nos sirve, para ir teniendo cada vez una vida algo más feliz.

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