Por Andrea Fernández.- ¿Cuándo una persona comienza a necesitar sentirse aceptada?
¿Es cuando nacemos? ¿cuando sentimos por primera vez esa sensación de no sentirnos encajar en algún momento de nuestras vidas? ¿Es cuando caemos en la siempre llamada `presión social’? ¿Es cuando comenzamos un nuevo trabajo? ¿Cuando nos convertimos en un nuevo miembro de una familia? ¿Cuando cambiamos de país o de amistades?
Creo que es todo lo anterior. Cuando las personas sentimos la necesidad de ser aceptadas y caminamos hacia el supuesto éxito de esa búsqueda haciendo todo lo que nos sea posible.
Enamorarnos, convertirnos en un nuevo miembro de una familia o grupo, comenzar un nuevo trabajo…
Ya desde muy pequeños, encajar y ser aceptados por nuestros compañeros es más de la mitad de la batalla.
Pero comienza antes, y es que cuando somos bebés, ya sentimos esta necesidad de aceptación sin ser plenamente conscientes de ello y actuamos como tal. Necesitamos ser aceptados y ver a nuestros padres reír, por ejemplo, cuando los complacemos.
El problema es que esta inconsciencia del suceso nos lleva hacia la ignorancia del mismo y esto, amigos, somos nosotros. Tantas veces ignorantes de nosotros mismos, de nuestras propias conductas, formas o hechos. Sin querer, sin darnos cuenta.
El dolor de sentirnos no aceptados por primera vez corta como un cuchillo. Nos hiere de por vida, creando una cicatriz con la que crecemos para siempre.
Todas estas preocupaciones, necesidades y deseos están en todos nosotros que vivimos y respiramos.
Algunos, sentimos el hambre de aceptación más o menos que otros, pero no son muchos los que pueden vivir sin esta necesidad de búsqueda de aceptación de los demás.
Probamos todos los recursos necesarios podemos para encajar y a veces, es tanta la obsesión a menudo inconsciente por este aspecto, que nos sentimos divididos y actuamos fuera de nosotros mismos con la única pretensión de sentirnos dentro de algo.
Pero todo esto tiene su origen ya en la edad más primitiva.
Nuestro cerebro o mente inconsciente que lleva sobre sí cada día de nuestras vidas y de las vidas de nuestros ancestros desde el primer ser humano que se halló sobre esta tierra, nos tiene alertados también en el aspecto social y ya desde entonces era sabido que aquel que se encontrase diferente, raro, o fuera de las semejanzas del resto, se le acababa expulsando de su “manada”, lo cuál llevaba a la desprotección casi absoluta, ya que el grupo se necesitaba entre sí para asuntos tan básicos como obtener alimentos.
Somos seres sociales, y es por ello que este aspecto lo tenemos tan desarrollado aunque no nos hace ningún bien.
¿Lees la palabra”autoestima” en todo lo que he escrito aquí hoy? Se encuentra en cada oración.
Es por ello que la importancia de tener una buena y sana autoestima resulta imprescindible y se requiere reconocimiento propio, identificación de nosotros mismos.
Hazte esta pregunta
¿Quién eres tú? ¿Quién serías si no fueras quien eres o cómo serías si no fueses como eres?
Si la primera pregunta requiere pensar demasiado, te encuentras de algún modo dividido entre tú y el mundo, sin darte cuenta que tú eres el propio mundo, con capacidad para crear y des-crear. ¿Suena a magia? Es posible, pero se llama VIDA, y efectivamente es pura magia.
Si a la segunda pregunta has respondido con algo distinto a lo que ahora eres ¿a qué esperas para proceder con el cambio? ¿qué necesidad real existe de que no seas lo que quieres ser o no estés haciendo aquello que quieres hacer?
La necesidad de aceptación afecta nuestra autoestima, lo que a su vez afecta nuestra estabilidad emocional, de donde provienen los celos, la preocupación, la ansiedad y el caos.
Si conoces esta sensación, entonces debes saber que estás siendo controlado, que no eres tú quien está guiando su vida.
Una parte de tu vida es encarcelada por esa otra mente y desde ese encarcelamiento miras el mundo.
Es como si vivieses en una celda y te pareciese bonita a veces, otras no tanto quizá, pero no sales de ella. Y fuera hay un mundo inmenso por conocer y que te reconoce como parte de él.
La baja autoestima y la no aceptación son exactamente eso, “otra mente” y uno realmente puede sentirlos en guerra.
Debemos reflexionar sobre por qué hacemos las cosas que hacemos y seguir preguntándonos ¿Qué pasaría si fuese distinto? ¿Verdad que eres capaz de imaginarlo mejor?
No es plato de buen gusto encontrarse así por mucho que sea aquello que hacemos siempre, ¿acaso siempre nos sentimos cómodos en nuestros propósitos o decisiones? Pues para la persona que está encarcelada, no solo tiene que equilibrar las dos mentes sin saber muy probablemente que deba hacerlo, ni cómo, sino que también contamos con la “culpa” que uno siente cuando debe enfrentarse a sí mismo para hacer el esfuerzo de aparentar estar bien cuando en realidad no es así.
Vivimos en la sociedad de: o estás bien o estás enfermo, sin darnos cuenta de que ese “estar enfermo” lo único que requiere es comprensión propia para entenderlo y poder así equilibrarlo en la mayoría de los casos.
Todos los días haríamos bien en olvidar muchos de los acontecimientos de nuestro ayer. Sentir que somos seres libres, con capacidad para mejorarnos día tras día, hora tras hora nos permite no estancarnos y visualizar la vida desde un lugar que ya no nos pertenece.
Todos haríamos bien en reconocernos, mirarnos y tener consciencia de lo mejor que hay en nosotros mismos. Sin prejuicios, sin miedo, sin limitaciones, sin expectativas. Por el placer de vernos, sin más.
Maravilla y curiosidad acompañada de alegría y amor. ¿Cómo se vería el mañana si yo fuese quien soy realmente, con todas mis cualidades puestas en acción?
Ésta es la posibilidad máxima, de eso no hay duda. Y esa posibilidad es tuya también.