Por Ramiro Calle.- El budismo es pura Sabiduría. Se suma así al cúmulo de la Sabiduría Universal que impregna a todos los tiempos y lugares. Su realismo, su brillante psicología, sus enseñanzas y métodos son admirables por su rigor, por su claridad, por su franqueza y porque invitan a una superior calidad de pensamiento y de vida. La enseñanza de Buda aspira por encima de todo a la libertad interior, la independencia mental, la lucidez y la compasión.Puedo aseverar qeu cuanto más conozco a Buda, más le amo y por eso he escrito varias biografías sobre este personaje irrepetible.
El ser humano, cuanto mejor está sujeto a apegos, cuanto se establece en la visión clara y va superando las tendencias nocivas de la mente (ofuscación, avidez y odio), es más libre y más valioso para sí mismo y para los demás.
Hay un conocimiento racional y un conocimiento suprarracional. De ambos se sirve el Budismo. La sabiduría discriminativa es como un escalpelo para rasgar la niebla de la ilusión y disipar el empañamiento de la consciencia. El Ojo del Dharma puede ver donde solo ven niebla los ojos ordinarios. Es el Ojo de la Realidad, librado de la arena de la ofuscación, la avidez y el odio, y por tanto el miedo; trasciende la condición meramente humana y puede ver las cosas tal y como son.
El budismo genuino es el que entronca con la verdadera enseñanza de Buda y está libre de todo oscurantismo, no guardando nada en puño cerrado, como aseveraba Buda, que mostró abiertamente el Dharma en beneficio de la Humanidad. Buda, el gran despierto y puedo decir, sí, que cuanto más le conozco más le amo. Era un ser excepcional, que no dejaba de repetir: «Tú eres tu propio refugio. ¿Qué otro refugio puede haber? » o «Esperadlo todo de vosotros mismos».
Ramiro Calle