Por José Antonio Hoyos Casatañeda.- Imaginemos una pequeña cantidad de cloruro sódico (ClNa), es decir, imaginemos varios átomos de cloro (Cl-) asociándose con otros tantos de sodio (Na+) a través de enlaces iónicos para formar sencillas estructuras cúbicas cristalinas. Imaginemos, pues, un granito de sal. Abunda en la naturaleza, no es difícil de encontrar, es, podría decirse, una cosa cualquiera.
Dejar de ser está en la naturaleza de todo lo que es, así que entiendo que ese grano de sal, como tal, no va a existir eternamente, pero no encuentro explicación que me convenza para no creer que ese cristalito de sal estará siempre, de una manera o de otra, presente en el universo, por muy grande que éste sea y por muy pequeño que aquel fuese. La existencia es un cuerpo de bronce vestido de papel de fumar bajo una tormenta. En realidad no es posible dejar de existir, sólo es posible transformarse. ¿Acaso los protones y electrones que forman cada uno de los átomos de cloro y sodio pueden despedirse de la existencia como quien se va de una fiesta a la francesa? Se pueden separar, convertirse en luz, recrear una sinapsis, formar sosa, acampar en un plátano, recombinarse de millones de maneras, disolverse, descomponerse… pero nunca dejar de existir.
¿Qué es de un grano de sal que se disuelve en agua? Es cierto que no hay grano tras la disolución, es cierto que las moléculas de agua han separado los átomos de cloro de los de sodio, es verdad que no hay estructura cristalina que forme el cubito de sal, pero ahora el agua está salada. ¿Qué es mejor, ser cristal de sal o salar el agua?
Sinceramente, creo que no importa. La ética no se puede aplicar a la transcendencia, las cosas simplemente son y dejan de ser como son, pero nunca dejan de ser, porque donde hay agua y hay sal habrá agua salada, y donde hay agua salada hay salina que dará sal. La muerte y la reencarnación no son conceptos que se puedan coger con las burdas manoplas de la intelectualidad, hay que asirlos con las finas pinzas de la espiritualidad.
A mí, que soy cristalico de sal, la verdad es me da igual ser como soy que dejar de serlo o serlo sólo hasta la mitad porque sé que me voy a disolver en la eternidad, voy a salinizar un poco más el mar y luego voy a volver, como vuelven las lluvias, para dar sabor a algún manjar.