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De fragilidad y fortalezas mejores

Por Iliana Tarinda.- Es uno de esos días donde “cae el veinte”, en los que se abre la mente y entra el entendimiento, el bueno, no el que crees tener cuando fantaseas con que estás bien.

Aceptar mis debilidades –literalmente- me está haciendo sentir fuerte porque ya no las niego, ya no hay nada que ocultar, se van debilitando las ganas de defender a este personaje, a su cascarón, se está cayendo la envoltura y estoy aquí mirando para qué usaba toda esa debilidad y con qué buscaba dejar de sentirla. Pocos sabemos que nuestra mente es quien nos dirige, no hay un cuerpo que lleve el mando, no hay una situación incontrolable, no hay una persona que tenga el poder sobre ti, no, todo es el resultado de nuestra mente y lo que hay ahí bien oculto, es lo que verdaderamente nos controla.

Solemos esconder bajo muchas capas la fragilidad que sentimos pues el miedo al otro es algo que aprendimos desde pequeños, si no está contigo está contra ti así que es mejor no mostrar esa debilidad ni con propios ni extraños. A veces la tapamos mostrándonos fuertes, más fuertes que cualquiera, más sabios que ninguno, con todas las respuestas, no hay nada que no sepamos ni solución que no podamos dar,  definitivamente somos a las personas que todo mundo busca para encontrar solución, quienes mantenemos la máscara, cobrándonos el favor con enfermedades, agobios y estrés que el otro ve cómo sacamos adelante con esa fortaleza que nos caracteriza, pero en realidad ¿qué hay detrás?, un profundo enojo, una ira controlada que a veces se descarga con aquellos que piden su ayuda.

Recordarás que si conoces a alguien fuerte, a veces se muestra duro o castigador y esa es la forma en que la mente busca compensar su estado mental real: la fragilidad, vulnerabilidad, que ya entendida es el victimismo de creer que nadie le protegió de pequeño, que le dejaron solo e incluso fue abandonado por unos padres que pasaron de largo ante su existencia en el mejor de los casos o mostraron rechazo a su persona.

Y habrá que hacer un largo recorrido de auto conocimiento para deshacer ése personaje, pues así como durante años, desde la infancia, se fue forjando, ahora de adulto será trabajo de todos los días darse cuenta que esa fortaleza es solo en apariencia pues al menor rechazo, a la más mínima mirada de desaprobación que crea ver en ojos ajenos, será suficiente para despertar su ira y dejar en evidencia su verdadera vulnerabilidad, su verdadero estado mental. Vayamos abajo, al sótano, a encontrar quiénes nos convencieron de que no somos merecedores de amor y atención, al sanarlo conoceremos la verdadera fortaleza.

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