Por Laura Martínez Ramírez.- Nadie nos prepara para después de la jubilación.
Así empezó mi hermana a pedirme que escribiera sobre ese tema. Creo que es la primera vez que lo hago por encargo, aunque sorprendida de su petición le dije que no me llegaba ese tema, ella me convenció contándome:
– Me he encontrado a una vecina enfermera y cuando le he preguntado que como llevaba la jubilación, me ha contestado que peor de lo que se imaginaba, que estaba deseando que llegara ese momento y lo celebró el día que por fin abandonaba tanta obligación, pero ahora echa de menos a sus compañeros con los que hablaba a diario, los retos comunes, el pertenecer a algo, y no sabe que hacer en su nueva vida que se ha vuelto vacía.
– ¿Y qué quieres que escriba?
– ¡Pues eso, el cómo prepararse para ese periodo, como enfrentarse a él!
– Pero es que no creo que sea cuestión de dar una serie de alternativas de ocio, del tipo apúntate a aquagym, pilates, gimnasia para la espalda, pintura, restauración, senderismos, viajes, etc.
– ¡Ya, por eso!
– Ahora ya es complicado, porque es lo de siempre, hemos estado viviendo bajo un paradigma de la realidad equivocado y la única solución verdadera para mí, es cambiar de paradigma, lo veo difícil a esa edad, pero si sirve para alguien vale la pena intentarlo.
Queremos arreglar con parches cosas que tienen raíces existenciales, sin entrar en esas cuestiones; ¿en qué consiste esta existencia?, ¿de dónde vengo?, ¿para qué estoy aquí?, ¿dónde iré después? Pero si no nos mojamos entrando ahí, no encontraremos verdaderas soluciones.
Me sale mi vena pedagógica, por eso lo entiendo como si se pretendiera poner objetivos específicos, sin haber puesto los fundamentales y antes los fines generales de la educación. Y aún habiéndolo hecho así, pueden basarse en fines educativos nimios, y tampoco tendría lógicamente el verdadero fundamento, lo que se realice después.
Y es que vivimos cegados por el miedo a la muerte. Digo cegados, porque no queremos ver, no queremos investigar lo más mínimo y nos fabricamos una vida basada en la evidencia. ¡Que gracia me hace ahora el nuevo dios de los que lo han negado!, ¡la ciencia! Todo lo que es considerado realidad, ha de ser basado en el método experimental, si no hay evidencia observable con los sentidos, pesable y medible no hay realidad. Por esa regla de tres la existencia termina cuando lo hace la vida física. Pero es que la misma ciencia no es algo fiable, ha metido la pata a lo largo de la historia con las ideas más peregrinas, y además: ¿qué pasaría si fuéramos nosotros los que creáramos nuestra realidad? ¿Entonces, de qué habría servido pesar y medir tanto?
No es de extrañar, que no se sepa cómo ponerle freno a cuestiones como el suicidio entre jóvenes, la alarmante adición a sustancias o a videojuegos, la cuestión del egoísmo humano en general, desde lo personal a lo nacional incapaces de comprometerse con el bien común, la cuestión de violencias de género, las crisis de edad como la de la jubilación, etc.
Todo esto se genera en una concepción de la vida limitada. En general, se piensa que solo hay una vida, así se escucha a agente de todo tipo, famosos, médicos, bailarines, de igual, -solo tenemos una vida por tanto…Y puesto que después no hay nada, es cuestión de sobrevivir lo mejor que se pueda, ¡egoístamente claro!, ¿de qué sirve hacer algo por otros si después no va a haber recompensa?
¿Pero qué pasa si cambias a un paradigma de realidad, en el que naces aquí después de muchas vidas, teniendo unos cuerpos que no se ven además del físico y otros sentidos difícilmente medibles, si somos nosotros con nuestra intención los que creamos la realidad, mejor dicho, nuestro Yo superior, manifestando aquellas situaciones que necesitamos para afrontar y aprender un nuevo reto que nos lleve a un mayor aprendizaje de la realidad última? Si supiéramos que superar las polaridades, crecer en amor, venciendo miedos a las pérdidas, las codicias, las dudas, que vencerse a uno mismo dejando de ser esclavo de los sentidos es uno de los mayores retos para conseguir la ansiada serenidad, todas esas cuestiones tendrían mejor arreglo, porque el enfoque estaría siempre en el ¿qué aprender de cada situación?, encontrando por fin un sentido de la vida.
Así se puede llegar a la jubilación o a cualquier reto a cualquier edad, sin tomárselo tan en serio, desdramatizando la existencia, sin darnos tanta importancia, descubriendo entonces la confianza en la vida que siempre nos va a traer un nuevo juego, para jugar como cuando éramos niños, y afrontarlo con la sencillez de saber que si no sale bien se deshace y se vuelve a hacer, guiándonos para jugar a eso por la sensación de alegría, la risa y el buen humor.
– Yo le diría a tu vecina además de todo esto, que busque aquello que le gustaba hacer cuando era niña o adolescente, que deje en un lugar el disfraz de enfermera del juego anterior, y que busque aquello que le apetece hacer guiándose por lo que le hace sentir bien, con la pista de lo que le piden los de alrededor.