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Disfrutar desde la alegría interior

Por Mª Laura Martínez Ramírez.- Cuando llega el verano, es donde queda más patente que la gente sale a la búsqueda de la alegría, y lo hace con todo tipo de ilusiones mentales, desde parques acuáticos a viajes en globo, pasando por experiencias gastronómicas especiales y en especial de deleite de los sentidos.

Pero, no, allí donde vayas te iras con tus miedos, paranoias, inseguridades, tu necesidad de control, etc. Todo esto, impedirá que consigas el objetivo de disfrutar de todo lo que te han vendido como portador a ultranza de alegría y felicidad.

Antes, cuando la gente se iba a veranear, no de vacaciones, pasaba en una casa de campo o a orillas del mar dos o tres meses, con su tiempo para leer y pensar en proyectos, incluso desarrollar alguno, al tiempo que se tenía un contacto con la naturaleza desde la mañana a la anoche, y se estaba en familia, se recibía a los amigos, y se vivía en el deleite de lo pequeño, de lo que nutre, de lo que en definitiva te hace feliz, libre de estrés. Si a esto se le une una parcela de conexión con lo espiritual, vivido desde el interior, sin intermediarios, sin rituales innecesarios, sin que nada limite tu verdad en unión con ello, más que mejor.

Yo veo ese tipo de veraneo, como la tierra, receptiva, en espera y aceptación de todo lo que le llega, para procesarlo y devolverlo en forma de flores y frutos.

Quiero suponer, que al igual que a mí, os encantaría tener unas vacaciones con un niño, con tu niño interior, y darle todo lo que este necesita para ser feliz. Primero respeto por sus ritmos, si tiene sueño se duerme en un lugar idóneo de limpieza y temperatura, si tiene hambre se le alimenta con productos sanos y nutritivos, si desea experimentar el mundo, se le lleva a ver la naturaleza, a bañarse, a sentir como el agua y el viento acarician su cuerpo, a tumbarse por la noche en el suelo a ver las estrellas. Escucharlo en sus preguntas e intentar buscar las respuestas y en definitiva, darle amor en forma de aceptación y cuidados

Estoy convencida de que uno no puede ser plenamente feliz, por el mero hecho de acudir a un parque acuático, una feria, una discoteca etc. Uno puede dejarse llevar por estímulos fuertes que chuten adrenalina y olvidar por un rato, pero luego esa toxicidad se queda dentro y hay que eliminarla, vuelven los miedos, la inseguridad, en definitiva el ego habitual con sus mensajes de que algo no está bien y hace falta tal o cual cosa para ser feliz, son sus eternas comparaciones y juicios.

Por el contrario, pienso que la alegría viene tras rendirse uno a la vida y a sí mismo, con plena aceptación de lo que es, de lo que se es, y desde allí poder reconocer en las estrellas inmutables, que algo al igual que a ellas, nos sostiene, y que nadie se encuentra ausente de amor.

He visto en una época de mi vida a mucha gente de diversas religiones, y me llamaba poderosamente la atención como en algunos de ellos, se veía una alegría interior que yo sentía fruto de su conexión con algo mayor que ellos, ya fuera, Cristo, Buda, Krishna, la madre Tierra, etc.

Dentro o fuera de una religión determinada, son personas que conectan con su verdad interior, y sus acciones van en consonancia con ella. Desde allí son capaces, como los niños, de disfrutar de todas las cosas de la vida, de forma inocente, y confiada.

En el hexagrama  58 del I Ching, se nos dice que la alegría surge de un corazón donde mora la verdad y la fortaleza,  esa fuerza que emanan personas carismáticas que inducen a otros a seguir sus pasos, pero al mismo tiempo, hacia afuera, en las acciones del día se manifiesta como dulzura, que hay que cuidar que el ego no la convierta en seducción, ya que esta pretende un fin innoble y por tanto está desconectada de nuestro yo interno y no nos proporcionará la alegría duradera que pretendemos, sino una momentánea la del ego, que se desvanece pronto en el placer y surge posteriormente como una carga de miedos, a que no ocurra otra vez, si no soy tan guapo, tan fuerte, tan bueno, etc.

La alegría es mas un tomar y soltar rápido, confiado, al tiempo que vigilante de que los placeres no me lleven a terrenos pantanosos, por tanto muy conectado con tu verdad interior, sabiendo que si le eres fiel, todo irá bien, y te sorprenderás en medio de una muerte de un ser querido, una enfermedad, lleno de alegría inexplicable,

Para ello tal vez sea bueno haber practicado a diario la gratitud, puesto que ese estado, junto al del gozo, ocupan los más altos en vibración en el ser humano. Si nos acostumbramos a agradecer todo, desde el sonido de la lluvia, a la vista de la luna de verano, del contacto con el agua en la playa, al sabor de un manjar cocinado con amor, será mas fácil mantenerse en esa frecuencia y hará innecesaria la búsqueda de emociones fuertes y que te saquen de tu centro energético, hacia la excitación o la euforia que están por debajo en vibración. Mantenernos en el gozo, a semejanza de los niños, nos permite verdaderamente disfrutar, al igual que ellos, no hay más que verlos.

Dudo que sin esa conexión, haya una verdadera alegría de vivir.

He visto también dentro de los miembros de muchas religiosas a muchas personas que en un exceso del ego por ser mejores, se pasan de responsables, asumiendo pesadas cargas, y perdiendo con ello la alegría. Para mí esa perdida me marca el límite donde me estoy pasando, porque si no doy con amor es mejor no dar, y dar con amor es lo mismo que dar con alegría.

Por otra parte no hay que olvidar que hemos de trascender la dualidad, que todo es una proyección mía, y que todo aquello que veo es un reflejo de mí mismo, por lo que he de cuidar muy mucho de ver lo bueno, oír lo bueno, disfrutar de lo bueno, que es aquello que me lleva a un estado de gozo y gratitud. Pero no por una actitud egoísta, sino, porque en cualquier circunstancia, con esta actitud, puedo sentir el gozo de vivir.

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