Koldo Aldai.- (Extracto de la conferencia sobre «Ecología y espiritualidad». Congreso de redes espirituales en Madrid. 10 y 11 de Mayo)
El dolor puede ser también signo de un amor que crece y te gana de día en día. Esos pequeños aguijonazos pueden en realidad ser síntoma de algo íntimo y hermoso que comienza a brotar. Llega un momento en que al arrancar el coche, algo te duele en tu interior; al tornar la llave, piensas en el humo que saldrá por el tubo de escape. Llega un instante en que te molesta incluso cuando vuelcas el frasco de lavavajillas pensando en la química que verterás en los ríos. Te interrogas cuando compras un producto con exceso de embalaje o muerto de sed, te tomas una lata de aluminio llena de cerveza…
¿Ecología profunda o amor desbordado? Más allá de ese dolor tan a menudo inevitable, reparemos también que es entonces cuando la Madre Tierra, Pachamama, Amalurra comienza a ser más que un simple escenario, una reivindicación, o una palabra de moda. Es cuando comienzas a sentirte fundido en Ella, a ser Ella y Ella comienza a ser tú… Entonces es cuando te podrás comenzar a sacudir de encima ese insoportable sentimiento de orfandad y verte inundado de un profundo, ancestral e inconmensurable sentimiento de agradecimiento.
El Uno con Ella deja de ser una teoría en boga. El Uno navegará ya por tus venas. Comenzarás a ser ya el Uno con la Tierra, nuestra Madre y pujarás para que callen los humos, para la química no se desborde, para que en el presente y el futuro ceda el maltrato. Desearás que por siempre sea respetada, que en las generaciones del mañana sea por fin bendecida. En el pasado la hemos temido, la hemos amado, la hemos explotado y usurpado. Ahora nos quitamos los zapatos de amnesia y distancia, las suelas de opresión; ahora por fin comenzamos a venerarla en cuanto querida Madre. Le expresamos nuestra más sincero y sentido cariño, nuestro infinito agradecimiento.