A comienzos del siglo XX, nació la historia de Clever Hans (inteligente Hans); un famoso caballo alemán aparentemente superdotado.
Este caballo, instruido por el profesor retirado Wilhelm Von Osten, hizo una gran cantidad de presentaciones públicas en las que resolvía operaciones matemáticas, daba la hora o enumeraba los días del calendario alemán. Al no poder hablar, respondía golpeando el suelo con su pata o inclinando la cabeza de un lado a otro.
El profesor alegó que lo había educado como a sus antiguos alumnos, basándose en un método de enseñanza inspirado en un pequeño grupo étnico nómada que habitaba en África. Le daba las clases con un pizarrón y lo instruía en la música con una armónica.
Cientos de personas daban fe de la inteligencia del animal, por lo que el hecho se hizo sumamente popular en todo el mundo. Tanto fue así que, tras que un experto pedagogo asegurara que Clever Hans poseía la inteligencia propia de un niño de 13 o 14 años, psicólogos y científicos quisieron hacer un estudio en profundidad al caballo.
A través de varios experimentos, se descubrió que la capacidad de Hans era, en realidad, leer la actitud de los humanos. Las señales corporales de las personas que le rodeaban eran las responsables de que siempre acertara, pues miraban a sus patas cuando esperaban que las golpeara en el suelo e inclinaban el cuerpo cuando había llegado a la respuesta correcta. El caballo sabía que esas eran las señales para hacer una u otra acción.
Aún a día de hoy, el estudio sigue en curso y se dedica a comprender el funcionamiento de la inteligencia animal. A ese sesgo de la investigación científica se le conoce como el “Efecto Clever Hans”, en recuerdo a este hermoso caballo superdotado.