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El alma cósmica de los animales

gatoPor Ramiro Calle.- Siento a Emile, el maravilloso gato que hace más inspiradora y confortadora mi vida, como mi hermano y parte de mi misma esencia. ¡Ojalá llegue, sí, el día de la hermandad animal, y podamos sentir  que al herir a un animal nos herimos a nosotros mismos.!  Ellos, como los denominados humanos, forman parte de la Conciencia Cósmica, como la ola nunca está separada del océano.

También yo tengo el esperanzador sueño de Rosa Montero de que alumbre la verdadera hermandan animal, pero me temo ser más realista que élla y no parece, como augura, que esté cerca.

Si no cambia la actitud de los humanos y liberan su mente de ofuscación, codicia y odio, imposible será que surja esa definitiva hermandad que las personas con sensibilidad   tanto anhelamos.

Por un lado, los políticos de buena fe tienen que poner todo su empeño en facilitar los medios para evitar el maltrato animal y, por otro, las leyes deben ser implacables con los maltratador. Se necesita, además, todo un cambio de perspectiva con respecto a los animales, para verlos como parte de nosotros y tenerles un sagrado respeto.

Pero ¿qué se puede esperar de esos homoanimales que maltrataron a los aborígenes de todos los rincones del planeta, y a los indios en Norteamérica y a los negros en distintas partes del Orbe? Como a veces  les recuerdo a mis alumnos  en las clases de meditación, «son muchas más las personas buenas que las malas, pero las malas se organizan mejor».

No soy especialmente optimista ni iluso con  respecto a que pronto llegue esa hermandad animal, y por eso es más necesario que nunca no desfallecer en el empeño de conseguirlo y poder así un día, por remoto que sea, tomar consciencia del horror que los humanos han cometido con los animales y poder comenzar a corregir.

Si las lágrimas de los animales maltratados pudieran reunirse, llenaríán todos los mares del planeta. Y en este país en concreto llamado España, estamos muy lejos de amigar y hermanar realmente con los animales, pues todo siguen siendo dificultades para que nos acompañen en cafeterías, hoteles y otros establecimientos, y donde no son pocos todavia los que  se divierte con espectáculos atroces como los toros  o se dedican a cazar (o sea a asesinar sistemáticamente a criaturas sintientes) por pura diversión. ¡Y a esto le llamamos civilización!

Como dijo en una ocasión el Prícipe de Gales cuando le preguntaron por la civilizacíón: «Como proyecto no está mal, pero comuníquenme cuando la pongan en marcha».  Hiriente hasta lo indecible es la hipocresía de esos políticos que tratan con  mucho cariño a sus mascotas (envaneciéndose y alardando ante la galería)  y luego no apoyan en absoluto las causas a favor de los animales, y no digamos nada de los cazadores (algunos ya me lo han hecho saber tras mis opiniones la respecto) que me insisten en que son muy afectuosos con sus perros de caza, aquellos a los que contagian su propio instinto de muerte (que diría Freud) y abandonan miserablemente cuando no les sirven para sus destructivos fines.

Me temo, Rosa, que ni tu ni yo, lamentablemente, veremos esa tan ansiada hermandad animal, pero si el ser humano realmente se humaniza y limpia su mente de los velos de la ofuscación, la codicia y el odio, quizá llegue el luminoso día en que haya afortunados que puedan disfrutar de tan bello acontecimiento.

Como reza una antigua jaculatoria budista: «OJALA LLEGUE EL DÍA EN QUE TODOS LOS SERES SINTIENTES SEAN FELICES».

 

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