EL AMOR A LOS ANIMALES

Por Ramiro Calle.- Por mucho que un animal pueda ser fiero, su fiereza nunca alcanzará la de un llamado ser humano. Si fuéramos verdaderos seres humanos nunca podríamos tener peores sentimientos, mucho peores, que los de los animales. Somos homoanimales, pero podemos proponernos mejorar y evolucionar y, por fortuna, contamos  con infinidad de enseñanzas y métodos para ello, mostrados, custodiados y perpetuados por los más grandes maestros del espíritu y los más elevados iniciados. Cuando alcancemos el grado de verdaderos seres humanos, nos daremos cuenta, con pavor, de hasta qué punto hemos hecho sufrir a nuestros hermanos los animales, que tienen alma, sentimientos, sensibilidad y son criaturas que padecen igual que los homoanimales. Es bien conocido el amor de Leonardo Da Vinci por los animales.

Declaró: «LLegará el día en que los hombres serán juzgados por la muerte de un animal como hoy se juzga el asesinato de un hombre». Ojalá llegase pronto. Aunque en algunos aspectos en nuestro país está cambiando la actitud hacia los animales, nos queda mucho camino por recorrer. El grado de cultura y civilización de un país tambien se mide de acuerdo al trato que se dispensa a los animales. En este sentido España está en el subsuelo. ¡Cuánto camino queda por recorrer!.

Y mientras haya homoanimales que asesinen a los animales por pura diversión, ¡cuánto espanto, inutil sufrimiento y horror se seguirá generando!. Lo que el homoanimal ha hecho con sus hermanos los animales a lo largo de la historia ha sido tan vergonzoso que no hay términos para calificarlo. Este fin de semana volví a visitar la catedral de Avila y me quedé pensativo ante un lienzo anónimo que representa a San Juan Bautista amigando con un perro. Son dos almas comunicándose, dos criaturas hablándose más allá de las engañosas palabras. Ya me direis, queridos amigos, qué impresión os despierta este hermosísimo cuadro.

Si los santos se merecen un aura, también muchos animales. Como un dia escuché en la voz de un niño: «Si un día voy a un sitio donde podre encontrar a mis abuelos muertos, también quiero encontrar allí a mis mascotas». Me dió ganas de volverme y decirle:»También yo», pero guardé un prudente silencio para no entrometerme. Pero, sí, también yo.