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Home » Artículos » El Amor como verbo

El Amor como verbo

Por Mario Ángel Rossa.- La palabra amor, más que un sustantivo es un verbo, tal como el verbo ser, y que es el único verbo en español que tiene terminación “or”…
“Amor”, además de ser un sustantivo, fundamentalmente es un “verbo” que no es el verbo “amar”. Este verbo “amar” hace referencia al “hacer”: hacer algo para beneficiar a otro o a uno mismo, culminando con el sagrado “hacer el amor”. Mientras que el verbo “amor” hace referencia al “ser”. Y decimos que “amor” es verbo, más que sustantivo, porque es “acción”, e imprime acción ya que moviliza, mueve, y mueve sin moverse. Es un verbo motor: el “motor inmóvil” de Aristóteles, y es un verbo creador, porque inventa soluciones donde no las había, fabricando o descubriendo las herramientas que hagan falta para lograr su objetivo. Y más que movilizarte a amar, te moviliza a “ser” amor. Transforma tu ser, o mejor dicho, “crea” tu ser, aquí y ahora. Lo “actualiza”.

Es lo mismo que sucede con el vocablo “ser”, que es un sustantivo pero que preponderantemente es un verbo, nada más y nada menos, el verbo que hace que las cosas “sean”. Y esto es así porque son dos conceptos intercambiables sin pérdida de sentido: “ser” y “amor”. Y “amor” es un verbo que no se puede conjugar, porque el pronombre personal que utilicemos, limita al verbo y al sujeto referido por ese pronombre. Y entonces es inconjugable, indescriptible e indescifrable. Usted puede pensar que esto es un juego de palabras, pero no lo es.

El amor es una energía que nos invita a caminar, y en ese andar tal vez lleguemos a entender que es “el” camino, y que no hay otro camino. ¿Qué otra forma de ser, de pensar y de sentir podría llevar exitosamente al autodescubrimiento y a la valoración de los otros, a la completitud y a la tan buscada “felicidad”? Sin duda que este aprendizaje en el amor es una tarea interminable, pero endulza progresivamente la senda de quien lo transita.

Es muy probable que en este universo que habitamos haya muchas razas extraterrestres e intraterrenas, que dispongan de tecnologías muy superiores a las nuestras, pero no por eso somos una raza inferior. La riqueza más grande de cualquier ser viviente es su capacidad de amar, y la conciencia para vibrar en esa energía. Y los humanos de nuestro mundo estamos en ese camino, avanzando, descubriendo y vibrando la existencia del “amor incondicional”.

Esta incondicionalidad del amor es una cualidad esencial del mismo y merece un párrafo aparte. Porque los receptores de ese amor, y los canales que lo transmiten, nunca disponen de la capacidad suficiente y necesaria para albergar su totalidad. Es por esto que el marco regulatorio para compartirlo e implementarlo en la práctica, sólo es beneficioso para ambas partes si está presente la sabiduría para descubrir a quién, dónde, cuándo, cómo y de qué forma transmitir ese amor incondicional, sin ”empachar” al otro ni “tirar perlas a los chanchos”. Alguien dijo sabiamente, sin dejar de respetar la inclusión de todos y los derechos de todos: “no siempre, no todo, no a todos”.
Y aquí también corresponde captar otra diferencia para comprender este concepto, ya que el amor incondicional no se basa en “expectativas” sobre el comportamiento de los otros, sino que sabiamente “espera”, porque no sólo conoce sino que “sabe” su poder.

El descubrimiento del amor entonces, es un camino que comienza desde muy abajo, en el escalón de sentirse aceptado como un “par” aún antes de ser concebido, y ser amado por igual al ser “parido”. Un camino que después lo invitará a tomar los objetos que le ofrecen para luego “compartirlos” con los otros. Más tarde, en los grupos juveniles, podrá “ser” compañía y compañero de los amigos, que no son exclusividad de nadie, y “ser” pareja de otra persona en su integridad y no sólo de una “media naranja”.

Con esta perspectiva del amor como camino, quizás el “odio” no sea más que un amor “primitivo” en este proceso superador de la “indiferencia”, así como también el “egoísmo”, que por lo menos implica el amor a sí mismo, o la “lástima” que es un “con-dolerse” con el otro, pero manteniendo la distancia y sin comprometerse demasiado. La situación de excelencia llega cuando el caminante es padre, maestro o replicador de mil maneras de esta vibración que lo constituye y loconstruye, tendiendo hacia la utopía de aquel amor incondicional.

No hemos venido a “tener” amores, y no hemos venido a “hacer” el amor. No nos casamos para “hacer” nada, sino para “ser” esposo o esposa, y por ser esposos hacemos lo que corresponde. Hemos nacido para “ser” amor, porque somos presencia del Amor. Y por ser amor, amamos y tenemos amores. ¡Por supuesto! Nuestra búsqueda es egoísta cuando apunta a “tener” amigos o “tener” novia. Deberíamos tener más cuidado cuando hablamos de “mi” madre, “mi” hijo, “mi” novia o esposa. Todo cambia cuando nos dirigimos a “ser amigos de” o “ser novios de”.

El paradigma de propiedad privada de los afectos, produce situaciones tensionantes en las relaciones familiares y los “celos” en la pareja, y aunque algunas personas lo valoren como “prueba de amor” del otro, no deja de ser una situación que merece el análisis de cada uno para progresar en ese camino del amor.

Con este enfoque se puede comprender fácilmente que el “enamoramiento” es un “estado” fluctuante, y que hasta puede llegar a desaparecer, a la vez que se mantiene o crece el amor, pues no es lo mismo estar enamorado que “amar”. En el comienzo auténtico de la vida afectiva de “pareja” hay un crecimiento progresivo del amor hacia la persona del otro, que suele comenzar con un “flechazo” en alguna de sus dimensiones, ya sea en lo físico, lo intelectual, lo energético (aura), lo sentimental, o en lo social y comunicacional, lo laboral, lo deportivo… y no pocas veces, en lo espiritual, cuando alguien se queda “prendado” del “alma”, o del interior del otro. Y como este comienzo de una relación amorosa no suele prestar atención y tener presente la totalidad de esas dimensiones, es indispensable que las vaya abarcando, so pena de quedar enganchado con las propias expectativas y no con la realidad que tiene al frente. Por esta razón, cuando alguien ama enprofundidad llega a desapegarse de las formas y hasta del “amor carnal”.

Se entiende entonces, que una situación amorosa no depende de que los seres involucrados capten detalles externos que lo muestren, pues el amor recorre un camino más profundo, desde y hacia el interior del ser.

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