
A nivel interno, es realmente donde se halla la felicidad y la satisfacción plenas; y no es necesario tener, luchar, ganar… Es precisamente un camino para despojarse de todo, para vaciarse de lo externo, para caminar descalzos sin destino necesario. Ese es el camino interno, el camino del amor, aquel que sólo mira al presente y a la vida y no continuamente motivado por la recompensa que traigan sus acciones. Sus acciones son la recompensa. Y también sus no acciones. La paz no se halla huyendo de lo desagradable y acercándose a lo agradable incesantemente. Es como viajar por el planeta continuamente buscando la luz del sol y evitando la noche. En esta vida hay día y noche, siempre. El ego tratará de aferrarse a algo. La paz ya no se inquieta, sabe que la vida trae frío y calor, y experimenta ambos, pero no se aferra. Ve partir el sol, abraza el amanecer, descansa en la medianoche… Acepta todo. No espera nada.
El camino es la meta cuando éste es completamente amado. Hemos de desprogramar ese sistema ya caduco que nos insta continuamente a llenarnos de objetos externos para encontrar una felicidad que nunca llega. Hemos de despojarnos de todos los programas, de todos los condicionamientos que nos impiden vivir la fragancia de este momento como una totalidad de destino. Ese es el destino, es el camino, quedarse vacío, quedarse sin nada y descubrir la totalidad, lo absoluto. Y amarlo todo, verdaderamente, con el corazón abierto a todo cuanto surja. Es la vida… teniendo lugar. No te distraigas buscando en otro lado la tierra prometida. La promesa está aquí: Ámala ya. No tienes que hacer nada. Ese es el secreto. Quédate quieto y así el pájaro se posará en tu regazo e iniciará su melodía. Seguro que si escuchas ahora, estará sonando.