Por Mery Carrasquero.- Como se dice en el escenario común, cada mañana al poner el pie en el suelo, puedo elegir si viviré el día mirando el vaso medio lleno o mirando el vaso medio vacío. Si somos un esfuerzo consciente cada día, tomaremos la dirección que nos permita ser desde el nosotros mismos, la mejor versión de lo que somos.
Traer el cielo a la tierra, es una forma de mirar la vida y vivir en ella. Cada día siempre habrán motivos por los cuales celebrar el espacio terrestre en el cual nos encontramos y cada día habrán pensamientos de separación y miedo que me condicionará a otra forma de ver y que si le doy oportunidad, me atrapará en una vorágine de fantasías que ni siquiera es factible que se cumplan pero que si los sostengo y pongo fuerza en ellos, pueden hacerse realidad.
Siempre habrá una canción, una meditación, un ejercicio, una conversa, que fortalezcan una mirada mas sana que acerque el cielo hasta mis manos. Confiar es el camino y la fe el pequeño morral para que la paz y la armonía de ese cielo, sea la fuente en nosotros. En tiempos en los cuales algunas situaciones nos sacuden, es útil entrenar nuestra mente para mantener la integridad en nuestras emociones y apoyarnos desde la aceptación de que simplemente sucede y la diferencia la hará aquello qué hagamos para trascender ese momento que nos ha quebrantado la paz y que simplemente sucede. Un problema tan complejo o liviano como le miremos.
Cada día tiene los motivos necesarios para mirar donde tenemos nuestro cielo. Abrir los ojos al nuevo día, ya es una de las mejores cosas que nos suceden al despertar. El techo, el lecho, la oportunidad de ese nuevo día, ya es un mar de bendiciones. Mirar desde el vaso medio lleno, nos dejara siempre aquella sensación de vacío, de desamparo, de la hostilidad en las que no sumerge este mundo.
Hemos recibido la vida con todo lo necesario, con un mínimo de confianza que crecerá en cuanto la alimentemos con los nutrientes necesarios que vienen de la fuente propia de la vida y que al alimentarnos de sus bienes, todo lo demás cursa sin dificultad. Por patrones familiares creados en la niñez y mantenidos a lo largo de la adultez, la vida propia puede convertirse en un campo de batalla donde nuestros enemigos entran a nuestro mundo a través de aquellos pensamientos negativos del pasado, que han registran deudas que se mantienen vigentes a pesar del tiempo.
Hermoso es abrirle las puertas de nuestra vida a ese cielo que cada día toca nuestras puertas y que en la coherencia y la honestidad nos plena y si le permitimos, desplazará al temor, la inseguridad, la desvalorización; sencillamente porque el perfume del cielo es tan poderoso que sana y cicatriza todas aquellas heridas de lo que te han dicho que eres y no es verdad y deja al descubierto ese ser de luz que si eres y que es verdad pero que de nada vale que todos lo veamos si no lo ves tú mismo.
Hay mujeres bellas que alguna vez le creyeron a algún adulto de su niñez que eran feas y aunque todos vemos cuan hermosa es, su mente, contaminada con esa voz del pasado, no le deja mirar la belleza que todos podemos contemplar en ella. Vemos como la contemporaneidad ha traído la idea al imaginario colectivo que existe un tipo único de ser bella, y las chicas se someten a duras rutinas y procedimientos para cambiar su unicidad, por un estereotipo que ha impuesto el mercado, comprometiendo su seguridad y poder personal en función de cuan atractiva puede resultarle a otros, a unos otros que como ella, duermen en la inconsciencia y buscan la felicidad fuera de sí mismos.
Despertar y tomar conciencia de quiénes somos y él poder que yace en nosotros como creadores de la realidad, nos libera haciéndonos responsables de cada uno de los eventos que nos ocurren, entendiendo como responsables, la capacidad de elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con quienes queremos estar, qué queremos ser, desde la conciencia del propio ser. Entonces acceder al cielo, sería un ejercicio individual de responsabilidad, el asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos, abandonar la culpa, cancelar las deudas y tomar lo que damos o recibimos como un regalo. Por el contrario, creer que lo que vivimos es injusto, denota la falta de responsabilidad que hemos asumido a respecto y desvaloriza nuestro poder personal.
Decidir cómo disponemos de nuestra energía, a quiénes y a qué le dedicamos esa energía y abrir ese canal sano para que el propio cielo pueda manifestarse en nuestro día a día, fortalece tus capacidades y abundándote en vida a través de la entrega y el compromiso. Habrá gente que te criticará, otra que ni te entenderá y otra que ni siquiera mirará dónde te encuentras. Desapegarte de su aprobación, te dejará el camino libre para ser quien eres y experimentar el amor que cursará en la paz del ti mismo y no de un mundo necesitado que nunca será capaz de sentir por ti, lo que puedes tú sentir por ti mismo. Ese es el sendero que te anclará a tu cielo, sin creencias limitantes, sin depender de alguien, sin sufrir, mas allá de la mente…en otro estado de consciencia; sin lugares donde ser dañado.
Mery Carrasquero