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El Deseo y Los Vínculos

Por Gabriel Lumière.- Lo primero que nos diferencia a los humanos de los animales, es la capacidad de razonar. Esa capacidad nos permite aprender, construir, y utilizar un lenguaje para comunicarnos. La otra cuestión, tiene que ver con el deseo como motor de vida. Desde el psicoanálisis, el deseo es el que nos moviliza a hacer todo lo que hacemos, desde el deseo de comer un trozo de pizza, hasta el de crear un proyecto. El deseo es un aspecto muy importante a la hora de hablar de «NATURALEZA HUMANA», pero la naturaleza del deseo, es otra complejidad que será desarrollada en las próximas publicaciones.

Entendemos por deseo a esa energía que nos empuja a actuar en la vida. Está también relacionado con el deseo sexual, la creatividad, pero principalmente, la vitalidad. En el Tarot corresponde a los bastos y al elemento fuego: el más impredecible de los cuatro elementos (Aire, Agua, Tierra, Fuego), y el único capaz de modificar a los otros de manera radical. Será por eso que en la alquimia y en varias culturas iniciáticas, se le atribuye al fuego el poder transformador.
Si entendemos al deseo como un fuego, podemos imaginarnos su naturaleza, su movimiento, como crece y como decrece.
Se dice que una persona con depresión tiene falta de deseo y podemos entender que muchos conflictos en las relaciones humanas comienzan a aparecer cuando este deseo es frustrado o reprimido.

Tenemos que saber que uno de los pasos más importantes en el camino del auto conocimiento y la evolución, es reconocer nuestro propio deseo, sin juicios. Aquí es donde comienzan a entrar directa o indirectamente los mensajes morales, religiosos, sociales, culturales, politicos, y la mirada que tienen sobre éste. Pero reconocer el deseo tal cual existe y se manifiesta en nosotros, es liberador. Esa consciencia sobre el propio deseo, nos permite luego hacer algo con él, ya sea satisfacerlo, o lo que Freud llamo «sublimarlo», trasformar esa energía en otra cosa que nos sea útil.

Entonces, si tan complejo parece a veces poder reconocer nuestro propio deseo, imaginen por un momento en una conversación entre tres amigos con ganas de divertirse, donde ninguno de los tres puede reconocer su verdadero deseo, y por lo tanto, tampoco lo pueden expresar… complejo ¿no?
Comienza a haber tensión entre los planes que se proponen, comienzan algunos a frustrarse, otros a distanciarse, se generan silencios incómodos, e incluso discusiones y enfados.

En una experiencia de este tipo, pude reconocer que muchos de los malos entendidos en los vínculos sona partir de no reconocer el propio deseo y/o de no manifestarlo.
El acto de reconocer-se así mismo en el verdadero deseo, es un acto de profundo amor propio, y la capacidad de manifestarlo, un acto de mucha valentía: esa manifestación puede no ser acorde al deseo de quienes me rodean; pero es allí donde está la riqueza de la comunicación en los vínculos, es una de las claves para las relaciones sanas y maduras.

Imaginen dos personas que se están conociendo, y que de pronto llega el momento de hablar de lo que cada uno desea; entonces uno dice «quiero comprometerme contigo, pero quiero seguir acostándome con otras personas, y vivir mi libertad sexual». Más allá de que la otra persona esté de acuerdo o no, esa manifestación pura del deseo, le da libertad a ambos de elegir qué hacer, o qué tipo de compromisos y reglas establecer en la construcción del vínculo.

Os animo a reflexionar sobre los propios deseos, principalmente cuando estamos comunicándonos con otros. Tratemos de descubrir en esos momentos que pueden resultar incómodos, por qué son incómodos, cuál es mi deseo realmente. Y si llego a ese punto, pasar al siguiente paso, que es comunicarlo.

Reconocer el deseo y comunicarlo, nos libera.
Ojalá les sea útil!

Gabriel Lumière

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