Afortunadamente, el nivel de conciencia por la protección animal está aumentando; la sociedad está cambiando su percepción en cuanto a zoológicos como sitios de atracción.
Hace pocos días, el Zoológico de Luján (en Argentina) ha sido clausurado. Llevan recibiendo avisos desde mediados del 2019, cuando el Ministerio de ambiente y Desarrollo Sostenible les advirtió sobre cerrar celdas y jaulas donde los visitantes pudieran alimentar y tocar a todo tipo de animales, pero no han cedido ante la petición. De hecho, en el país existe una ley que prohíbe estrictamente el contacto directo entre los animales y el público de los zoos.
“Las autoridades del Zoo incurren en incumplimientos desafiantes de las normas. Era necesario que no siguieran explotando la peor faceta de la exhibición y el contacto con los animales”.
Algo similar sucedió anteriormente con el Zoo de Buenos Aires.
De niños, ver a los animales tan de cerca nos resultaba algo sorprendente, pero… ¿Cómo viven encerrados? ¿Reciben realmente todos los cuidados y la atención necesaria? ¿Cómo son tratados?
Muchos de estos animales ya no podrían vivir en su hábitat natural porque el ser humano se ha encargado de su destrucción. Por tanto, debemos pensar qué tipo de relación queremos tener con ellos. ¿Estamos a favor del maltrato y la desatención (siendo incluso partícipes de que ingieran drogas para estar en ese estado de calma en que los vemos)? ¿O queremos, por el contrario, brindarles un espacio donde se sientan protegidos?