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El Karma y el Yo (Parte I)

Por José Giménez López.- El problema de la identificación:

Antes de pasar a explicar qué es el Karma, vamos a ver qué es lo que somos. A la mayoría de nosotros cuando nos preguntan qué somos o quienes somos apelamos a la profesión, al título o bien a lo que hacemos o dedicamos: somos estudiantes, maestros, médicos, economistas, contables… Es decir, no identificamos con nuestra memoria, con aquello que recordamos de los muchos episodios de los que se compone nuestra vida. Pero si nos paramos a pensar, qué o quienes realmente somos y nos referimos a este instante llegamos a la conclusión de que somos la suma de todas nuestras innumerables decisiones tomadas que nos han traído hasta aquí. Aun así, todo esto no nos define. ¿Qué somos? ¿Las huellas del pasado? El pasado ya pasó. Y todos esos planes que tenemos para el futuro aun no existen y puede que no se cumplan o no se cumplan como queremos.

También tenemos este cuerpo físico que nos lleva y trae y al que cuidamos, o veces no tanto. También nos identificamos con él, pero este se renueva al completo cada siete años y si miramos una fotografía nuestra de hace cinco años, nos veremos distintos y más aún si nos comparamos con una de hace quince años o más. Entonces, ¿somo en verdad este cuerpo?

Cómo opera el inconsciente:

Mirad, yo cuando os miro, veo a un grupo de personas y también miro esta sala. Pero ni la sala que veo es esta sala ni las personas que veo sois vosotros realmente. La información que yo capto la asimilo atendiendo a mis experiencias vividas, mis memorias, mis prejuicios… Y no sólo eso, sino también atendiendo a mi “yo” orgánico y natural, es decir, la parte más animal que tenemos dentro de nosotros. Todas estas memorias que tenemos funcionan a modo de filtro y es bidireccional: nos hace ver la realidad en función de ella y la realidad se torna en función de ellas también. Es por ello por lo que muchos conferenciantes dicen que hay tantas conferencias simultáneas como asistentes haya. A todas estas memorias la psicología y psiquiatría moderna las ha denominado inconsciente, y el Budismo ya lo contempló como la sexta conciencia denominada Alaya y está compuesta por todas la vivencias que hemos tenido, que de alguna forma quedan almacenadas ahí, aunque no tengamos acceso a ellas. En este plano también se almacenan aquellos recuerdos que han sido reprimidos a los que más difícilmente tendremos acceso, ya que se reprimieron como un mecanismo de autodefensa de la psique para evitarnos mucho dolor. Son emociones reprimidas que no se han integrado ni tampoco las hemos sentido y dejan un poso, ya que al no haberse manifestado nunca generan un desequilibrio interno, no consciente. Cuanto más doloroso y antiguo sea este, más mella hará en nuestra percepción de la realidad. También están aquellos aspectos relativos a la animalidad. Somos mamíferos, y animales y también tenemos comportamientos y necesidades propias de nuestra especie.

También apuntaba Carl Jung a un inconsciente colectivo. En este opera la cultura, las costumbres y pensamientos del lugar donde has nacido. Estos recuerdos condicionan nuestra conducta y son los que hacen añorar la gastronomía y la forma de vida de nuestros lugares de origen cuando visitamos otras partes del planeta. Por encima de estos está el inconsciente colectivo global, que es el compartido por toda la comunidad humana y que está conformado por arquetipos y que también nos condiciona.

La función del ego:

Por encima de todo este océano de recuerdos inconscientes se encuentra el ego, que se va a encargar de poner orden a todo este caos de recuerdos para que podamos tener una personalidad funcional e integrada. Y esta es la función del ego; es natural y adaptativa y permite que no seamos inestables. Pero el ego no deja tener acceso al inconsciente, al menos de la forma en la que nosotros desearíamos.

Cómo se manifiesta el Karma:

Dicho todo esto, vemos que somos gobernados por nuestro inconsciente, ya que el 95% de nuestros actos provienen del inconsciente con lo que nos queda un escaso 5% de libre albedrío. Esto nos deja un margen muy reducido de libertad, y darse cuenta de esto es muy doloroso.

Pero esto no es lo más importante de todo esto ya que, de alguna forma que a mí se me escapa, la vida te va a poner delante los mismos retos de forma repetitiva, de los cuales no vas a poder escapar. Es decir, todos aquellos recuerdos reprimidos e inconscientes harán que se manifiesten circunstancias desagradables en tu vida de forma repetitiva en el tiempo con el objetivo de que desenmascares ese recuerdo doloroso y reprimido para que lo integres. Es como si al no tenerlos integrados a nivel interno, la vida en un afán incesante de misericordia te rete para que te des cuenta e integres. Y es que, a cuantos más recuerdos reprimidos tengamos, más marcada y neurótica será nuestra personalidad, por lo tanto, más ego tendremos. Y esto a la vida no le gusta, ya que el objetivo vital es trascender al ego.

A todas estas vivencias repetidas una y otra vez es lo que a mi entender es el Karma. Y ese reto al que vamos a tener que prestar atención para integrarlo y que desaparezca de nuestro ciclo de vida. Y esto es la rueda en la que nos vemos inmersos. En un juego en el que somos nosotros los que generamos la realidad, pero vemos que tampoco la generamos porque viene del inconsciente.

A esta especie de juego se incorporan el inconsciente de los demás, con lo que atraemos a estos en forma de parejas, jefes, padres, hermanos, hijos, etc… Todo forma parte de un puzle que está perfectamente estructurado a niveles de inconscientes donde cada uno de nosotros hace de maestro de otros. Por eso dicen que, cuando tu cambias, todo cambia, y es que si tu cambias, obligas a reestructurar a todo tu entorno familiar y el rompecabezas completo se reajusta de nuevo con lo que, la vida volverá a mostrarte otro reto distinto para hacerle frente. La rueda del Karma y el aprendizaje no terminan.

 

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