Por José Antonio Cordero.- Un delicado punto separa el arte de enseñar al arte de aprender. La diferencia estriba en las diferentes percepciones que pudieran existir entre el que enseña y el que aprende. El punto es tan delicado que se puede producir una grave distorsión y de lo que se enseña a aquello que se aprende puede haber un abismo o algo distinto. El aprendiz tiene facilidad para decir que lo ha entendido perfectamente. Esta es la tragedia que sufre la enseñanza, hablar desde un nivel y recibirlo en otro.
Las frases o lecciones se emiten en una forma y pueden entenderse de otra forma.
Las tragedias sociales, la pobreza y miserias, el dominio sobre las masas, son consecuencias de la tragedia que sufre la enseñanza.
Cuando hay sintonía entre la enseñanza y el aprendizaje la evolución es tremendamente rápida. La enseñanza es la emanación del conocimiento y el aprendizaje es la recepción o captación. Puede haber un gran torrente de agua emanando y la recepción ser del tamaño de un dedal. Cuando el dedal se convierte en un cubo grande y luego en un bidón inmenso la enseñanza empieza a dar alegrías porque el líquido de la sabiduría comienza ser cada vez mayor.
Las palabras del sabio educador tocan al alumno pero lo que le quede dependerá de su receptividad. El grado de memorización en el aprendizaje solo hace diferencias en el tiempo que se captura una enseñanza, porque la memorización no garantiza un enraizamiento de lo aprendido. Aquello que ha enraizado es más eterno.
Otra tragedia radica en la distorsión, como mostrar una manzana y el receptor sea un ‘melón cerebral’ que lo transforma en su melonar. Esto quiere decir que el que aprende llega a distorsionar tanto lo recibido que lo vuelve a su propia imagen, antojo o conveniencia.
La culminación de la enseñanza está en hablar de la ‘manzana’ y percibir sus cualidades, sabor y textura con total exactitud. Puntualizamos más: la culminación en la enseñanza sobre algún aspecto de sabiduría de la vida reside en percibir esa enseñanza en el nivel de la vivencia, en la percepción exacta y no en la transgénesis (aplicable a distorsión perceptiva) que hace ‘el melón’ y lo adapta a su conveniencia.
Si algo puede hacer sufrir al Sabio es que su enseñanza no sea entendida por su alumno y tergiverse sus enseñanzas. Nada se puede hacer desde la dialéctica cuando el alumno sigue cerrado.
Es milagroso enseñar a aprender. Es muy difícil, aunque la inteligencia de la naturaleza encuentra siempre el camino más corto cuando la enseñanza es pura y completa. Enseñar es importante pero es más importante la capacidad receptiva, y es aquí donde menos enfoque se hace.
El secreto de la enseñanza rápida y efectiva reside en el siguiente principio: un manantial (de sabiduría) comienza a rebosar pero el agua en zonas duras y áridas resbala y no cala, si hay humedad hay más receptividad, pero el nivel de manantial no se consigue absorbiendo agua del Master Manantial, es decir no se llega al nivel master chupando sabiduría de otros sino encontrando el Manantial en uno mismo.
No por mucho madrugar amanece más temprano, no por mucho chupar, empaparse de palabras del Master se consigue su nivel. El amanecer es cosa de cada uno, la luz se ve cuando se abren los ojos y no porque la luz insista durante horas previas en alumbrar.
El manantial es nuestro pozo a descubrir, en saber ahondar dentro de uno mismo está el secreto. Lo externo, los modismos y modernismos son formas superficiales e ineficaces que se resumen con el proverbio: “el hábito no hace al monje”. La adopción del orientalismo no es precisamente la vía más rápida para evolucionar, es más puede ser la decadencia de la cultura en la nueva zona. Lo original se pierde entre las ramas de ‘los melones’.
Copiar culturas es otra forma de chupar sensaciones, aunque sean mucho más agradables que las anteriores vividas, no es la vía para la apertura del manantial propio.
La tierra que no tiene su propio manantial y se humedece por medios externos, genera frutos para sobrevivir y goza con sus logros, pero siempre es dependiente, por tanto es una tierra débil que puede empobrecerse en cualquier momento de sequía externa. La riqueza con dependencia externa está siempre a un paso de la propia pobreza. Esa dependencia externa es adictiva, y focaliza la atención de la mente y sentidos en conseguir más logros como base de la felicidad y bienestar, ese es un grave error.
La riqueza del manantial cuando sale brotando no es una invitación para beber de Él, si brota es para indicarnos que tiene una procedencia. El Master/ Profesor/ Padre que invita continuamente a beber de él hace cada vez más débil a sus súbditos, empleados o familiares.
El milagro se consigue cuando se enseña a aprender.
Se aprende más y mejor con los propios logros. Mejor no copiar, ni imitar. Cambiar de cultura o religión no sirve de mucho. El desarrollo de la conciencia es fundamental, porque el manantial de sabiduría que hay dentro es inmenso. Sí, la fuerza adictiva de las viejas costumbres no son fáciles de quitar. Nada más nacer aprendimos a mamar y así seguimos ‘absorbiendo’ de otras maneras. No queremos aprender a Ser nuestro propio manantial, huimos de nosotros mismos, pero bien que gusta la apariencia de ser grande gracias a los logros materiales conseguidos por el consumo de otros.
CITA CON LOS GRANDES
“Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.” – Confucio
“Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender.” – Albert Einstein
“Aprender sin reflexionar es malgastar la energía.” – Confucio