Por Ramiro Calle.- Hay un punto de equilibrio, un eje de paz, un espacio de inafectación, con su propio conocimiento especial, su propia capacidad de percepción más penetrativa y su propia energía de purificación. He denominado a ese punto el «punto de quietud».
En ese punto de quietud no hay ego, ni autorreferencias, ni división, ni memorias ni expectativas; solo hay inmensa calma purificadora, total quietud integradora.
Ese punto de quietud es el cese de la aversión, la avidez, el deseo, el sufrimiento personalizado y las actitudes egocéntricas.
Ese punto de quietud es una puerta hacia el otro lado de la mente, hacia la energía transpersonal que nos anima, hacia la inmensidad que nada sabe de pensamientos ni verbalizaciones.
Ese punto de quietud está más allá de del pensamiento y antes del pensamiento, en el espacio anterior a la manifestación del ego, en una mente que es no-mente porque nada tiene que ver con la mente ordinaria, siempre anhelante, ruidosa, llena de venenos y temores.
En el punto de quietud hay un sentimiento de plenitud, completitud y cosmización. Es la apertura sin límites. Expresarla como el Todo o el Vacío es lo mismo. No hay concepto que pueda aplicársele. Pero ese punto de quietud reporta sabiduría liberatoria, dispone para acceder a lo Incondicionado, le da un toque de cordura a la mente y purifica la visión.
Ramiro Calle