Por Damián Daga.- «¿Qué buscamos realmente?» «¿Qué pretendemos conseguir?» «¿Dónde queremos llegar y de qué forma queremos hacerlo?». Todas estas preguntas deberíamos hacernos antes de lanzarnos a la consecución de un objetivo.
Hay mucha gente que se lanza al vacío sin saber si abajo hay red -es un craso error confundir «valor» y «osadía»-, sin comprender el sentido real de lo que quieren hacer. De ahí surge, en esencia, el fracaso. No hay casualidad en ello, tan sólo ignorancia.
Es muy fácil y cómodo vivir en la ignorancia. Es suficiente con no mirar, no escuchar, no pensar, no sentir… en definitiva, con ser inconscientes. Y eso es peor que estar muerto.
Hay gente que se solaza en la ignorancia y luego no deja de quejarse. Echa la culpa de todo a los demás: si son unos «fracasados», consideran que el mundo ha sido cruel con ellos; si sus hijos son unos «delincuentes», consideran que nunca nadie les dio una oportunidad, o que se les arrastró a ello… NO HAY NADIE QUE SE CONSIDERE A SÍ MISMO «MALO», TODOS SOMOS VÍCTIMAS, INCLUSO LOS «VERDUGOS» LO SON, PORQUE NADIE SE HACE RESPONSABLE –EN FRÍO– DE LOS ACTOS QUE COMETE –EN CALIENTE-.
Es muy fácil cargar el peso de nuestras culpas en otros. Es muy fácil rechazar que «TODO LO QUE NOS OCURRE ES POR CAUSA NUESTRA».
TODAS SON LECCIONES QUE DEBEMOS APRENDER, NO PODEMOS POSTERGARLAS, DEBEMOS ENFRENTARLAS, O NO PASAREMOS DE NIVEL.
Siempre es más fácil saber ganar, todos sabemos hacerlo. Pero la verdadera dignidad está en saber perder, en aprender de la derrota, en aceptarla. ACEPTAR ES SABIO Y LIBERADOR.
En definitiva, es muy fácil no luchar. Tirar la toalla antes de subir al Ring.
No luchar es no vivir, es conformarse con las migajas de una tarta que se comen los demás, a los que -para colmo de nuestra idiotez y cobardía- además, envidiamos.
Tenemos un mal concepto de la palabra «lucha» -así como de la gran mayoría de palabras-. El error no radica en la palabra en sí, sino en el uso que le damos. Cada palabra tiene muchas y diferentes acepciones, dependiendo del contexto en que la ubiquemos.
Tampoco podemos «volvernos locos» y lanzarnos a luchar sin conocer claramente nuestros objetivos o sin ni siquiera conocerlos. Pues estaremos lanzándonos a mil caminos a la vez, cabalgando sobre dos caballos, pero siendo solo un jinete. Debemos estar bien seguros y convencidos -sin llegar a caer en la procrastinación-.
Hay que encontrar sentido a todo lo que hagamos o no hagamos. Saber si la razón de todo ello es para nuestra autosatisfacción, hedonismo… en definitiva, para seguir alimentando a nuestro Ego. O más bien -y esos son los sentidos loables y justos- lo hacemos por añadir un poco más de luz a este mundo tan aparentemente oscuro: fines generosos, compasivos, justos, pensando en el prójimo desinteresadamente, únicamente porque nos hace sentir humanos, vivos, felices, porque despiertan nuestra creatividad, nuestro autoconocimiento, nuestra sabiduría, nuestra comprensión profunda, nuestra CONCIENCIA…
Esos fines son excepcionales y muy poco comunes, por eso son tan brillantes, haciendo llegar lejos a quien se lanza a conseguirlos. Para lograrlos, hay que seguir a la INTUICIÓN.
Nuestro Ego, nuestra mente, nuestras emociones… no nos resultarán útiles, más bien se encargarán de desalentarnos, de decirnos «no tiene sentido», «es imposible», «la gente no cambia», «no vale la pena», «estás perdiendo el tiempo»… Cuando oigamos a nuestro Ego soltando machaconamente esas frases y la sensación de angustia nos atenace, alegrémonos, pues sabremos que estamos en el camino correcto y prestos para la lucha.