Por Damián Daga.- Diciembre es el mes de los días más cortos, fríos y oscuros. Sin embargo, es tiempo de esperanza, de adoración de la luz.
El 25 de diciembre es el día más corto de año, un punto de inflexión desde donde la luz empieza a emerger, venciendo a la oscuridad.
Desde antes del cristianismo, prácticamente en todos los cultos y regiones de del Hemisferio Norte, se ha rendido culto al Sol en este día. Es el día de la victoria de la luz, del «nacimiento de la iluminación». Los días previos, desde el nacimiento de la penúltima luna del año, se preparaba «el advenimiento de la luz».
El 13 de diciembre se celebra Santa Lucía, un culto ancestral adaptado al cristianismo.
El 8 de diciembre -curiosamente- muchas filosofías y religiones, especialmente las orientales -las más espirituales- (un buen ejemplo lo encontramos en el budismo Zen) es celebrado como un día de iluminación, de despertar. Es entonces cuando «la inmaculada concepción» cobra otro sentido bien distinto al «de la virgen visitada por el ángel». También las ideas, descubrimientos y visiones son «concepciones», y son «inmaculadas»: puras, limpias y brillantes.