Por Ramiro Calle.- El miedo proporcional y razonable a la causa que lo genera tiene un gran valor. Nos protege, nos hace estar más alertas y perceptivos, nos hace más sagaces y resolutivos cuando no se desmesura y nos colapsa. El miedo es un gran aliado, un amigo del que no hay jamás que avergonzarse. Es sumamente valioso… y humano.
No hay nadie que no tenga miedo. La diferencia es si lo dominas o te domina, como si cabalgas sobre un corcel o te desmonta. Ni siquiera la mayoría de nosotros hubiera llegado al día de hoy si no hubiera sido por el miedo. Unos nos hubiéramos despeñado y otros habríamos sido víctimas del fuego o cualquier otro peligro. Incluso los más osados e intrépidos tienen sus miedos, aunque los miedos de unos no son los de otros, pero nadie está libre de esa respuesta protectora que nos hace experimentar inseguridad y ansiedad. Un aventurado escalador, por ejemplo, puede tener miedo a hablar en público .Pero el miedo mas dificil de superar es muchas veces el miedo creado por la incontrolada imaginación y que nos obsesiona y limita. El pensamiento incontrolado es un torrente de miedo.
Es muy raro encontrar personas sin miedo. Es un código para la supervivencia; pero sí podemos amigar con el miedo y aprender a hacer las cosas a pesar del mismo. Le llamo convivir con el miedo y utilizar el miedo como aliado y trampolín.
Os contaré un suceso muy significativo. Una de las personas más valientes que he conocido en mi vida, además de mi hermano Miguel Ángel, era mi entrañable y siempre recordado amigo Babaji Sibananda de Benarés. Era el coraje encarnado, la ecuanimidad viviente. Pues bien, cuando le dijeron que tenían que operarle de cataratas, me confesó: «Tengo miedo, porque me van a cortar el ojo». El miedo a lo desconocido. Si incluso -como les comento a mis alumnos- en la mitología tienen miedo los dioses, semidioses y héroes, ¿cómo no lo vamos a tener los simples y frágiles humanos?.
Si el miedo no nos hace egocéntricos ni egoístas, si se trata de un miedo empático y que nos abre, nos hace más sensibles y humildes, nos da alas de libertad en lugar de encadenarnos; nos permite, al mirarnos al espejo, ver en nuestro rostro temeroso el rostro de todas las criaturas. Eso también es amor. Y constructiva y consciente aceptación
Ramiro Calle