Por Ramiro Calle.- Son muchos años observando el devenir del yoga tanto en Occidente como en la India y eso me induce a veces a tener una mirada retrospectiva y reflexionar. No soy en absoluto un tradicionalista, pero considero que es necesario respetar las fuentes y hallar en ellas la inspiración necesaria para evitar la alarmante degradación que ha ido sufriendo esta milenaria disciplina que es el yoga en los últimos veinte años y, de manera especial, en la última década, de tal forma que se la ha reducido a un fragmento, el asana, y se la ha falseado y desvirtuado con tal de comercializarla y a riesgo de que nada quede en la enseñanza de su genuina esencia.
Al dar la espalda a las fuentes y al conocimiento tradicional del yoga, desconociendo su quintaesencia, se ofrece en muchos casos una enseñanza totalmente falseada y que en muchas ocasiones se convierte en una técnica de gimnasia contorsionista sin la menor aspiración espiritual, cuando hay que decir claramente que no hay yoga sin un ideal de transformación y autorrealización.
Se ha confundido el yoga con una simple calistenia o un deporte, dejando de lado su sentido espiritual y su capacidad para acelerar la evolución consciente. La mercantilización desmesurada del yoga lo ha prostituido de tal modo que lo que se quiere hacer pasar por yoga no es más que puro yoguismo obsesionado por la acrobacia, la flexibilidad, el culto al cuerpo y la afirmación narcisista, cuando en realidad el yoga invita al desapego y el debilitamiento de las actitudes egocéntricas.
En el auténtico hatha-yoga el cuerpo es un instrumento para aquietar la mente y procurar una manera más elevada y transformativa de percibir e intuir. El yoga gimnástico, mucho más cerca del culturismo que de la verdadera disciplina yóguica, no es yoga, al margen de los beneficios que pueda procurar y las no pocas lesiones. Pero como la palabra yoga vende y mueve millones de dólares o euros, las empresas del «yoga» no dudan en utilizarlo espuria y vergonzosamente. No han hecho ningún daño al yoga, que es invulnerable, pero sí a cientos de miles de personas haciéndoles creer que es yoga lo que en absoluto lo es.
Como tanto insisto en mi libro, se trata de una disciplina muy completa y que nos facilita enseñanzas y métodos para favorecer el cuerpo, las energías, el sistema emocional y la mente. Por tanto, es aberrante cifrar toda la enseñanza del yoga en los asanas o posiciones corporales, y no indicar que incluso las posturas tienen por objeto no tan solo beneficiar el cuerpo, sino integrar cuerpo y mente, cultivar la atención mental y favorecer el trabajo consciente sobre el cuerpo como escalera para llegar a la mente y obtener un umbral más alto y transformativo de consciencia.
El yoga no surgió hace siete mil años para ejercitar el cuerpo como puede hacerlo cualquier gimnasia o técnica deportiva, sino para procurarnos un sadhana (adiestramiento) que coopere en el cambio de la mente para poder obtener lo mejor de ella en beneficio propio y ajeno. Como esa mutación es muy compleja, pero necesaria, se nos facilitan métodos muy diversos, siendo el asana uno de ellos, que sin duda aprecio y enseño hace más de medio siglo, pero que tiene que ir asociado a otros procedimientos y todo ello basarse en la indispensable triple disciplina: la de la ética genuina, la de la meditación y la del desarrollo del entendimiento correcto o sabiduría.