Por Mario Raul Cuomo.- En el fondo, somos seres emocionales, que buscamos validar racionalmente esas emociones (Maturana)
Humberto Maturana, biólogo reconocido a nivel mundial, indica que la mayoría de nuestras ideas son premisas emocionales que intentamos validar racionalmente. Que cuando alguien no está de acuerdo con nuestras premisas emocionales, sentimos que el otro es una amenaza para nuestra existencia, pues niega los fundamentos de nuestro pensamiento y nuestra coherencia interior.
Cuando alguien se refiere negativamente a algo que nosotros consideramos valioso es probable que reaccionemos en forma violenta porque no estamos percibiendo una crítica sobre dicha cuestión, sino que la percibimos como una crítica a nosotros mismos.
Para Maturana, no podemos tener acceso a una realidad objetiva independiente, dado que hay múltiples realidades.
Rafael Echeverría en su Ontología del Lenguaje , explica que normalmente se cae en el error de tratar hechos y opiniones como si fueran equivalentes. Distingue entre “afirmaciones” y “juicios”. Las afirmaciones describen hechos, por ejemplo el equipo A perdió por 3 a 0, si a partir de ese resultado opino que es un pésimo equipo, esta afirmación implica un “juicio de valor”, y como tal se trata de una opinión.
Somos prisioneros de nuestras creencias. La mayoría de las personas no es que no quieran ver con ojos críticos, sino que sencillamente no pueden, el cerebro no se lo permite. Se rechaza automáticamente lo que viene del rival y se acepta automáticamente lo que viene de mis simpatías. Se llega entonces hasta a despreciar al otro por considerarlo enemigo. Negamos la humanidad del otro para reafirmar nuestras creencias.
Lo peor del caso es que a veces luchamos por ideas que ni siquiera son nuestras, que fueron implantadas en nuestra mente mediante una estrategia persuasiva, que generalmente apela al miedo como mecanismo de captación. El maniqueísmo político por ejemplo busca dividir todo entre “nosotros y ellos”. Es la base de los fanatismos. Se basa en despertar la emocionalidad en las personas haciéndoles creer que luchan contra un enemigo común. Definido el enemigo el pensamiento no requiere de gran complejidad, se toman posturas emocionales que no implican grandes reflexiones. De esta manera se direcciona la opinión pública. Personas reflexivas no le sirven a los poderes.
El filósofo judío Emanuel Levinas, antes del holocausto, escribo acerca de la «terrible peligrosidad» de los sentimientos elementales que despertaba Hitler. Ellos magnificaban lo propio en desmedro de lo ajeno. “La preocupación excluyente por lo de uno, obtura el reconocimiento del otro” “la auto celebración que suprime al prójimo”
Borges escribió sobre la guerra de las Malvinas, imaginando a un soldado argentino y a uno inglés: «Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara… y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel».
Las redes sociales en un claro ejemplo de esta distorsión perceptiva. Múltiples opiniones resaltando lo propio y descalificando no solo la opinión ajena, sino también a la persona que la sostiene. A veces la violencia verbal se trasforma también en un hecho fisco porque en el fondo se está negando el derecho de existir del otro. Bajo esa lógica se realizan las peores matanzas y genocidios.
Toda vez que cultivamos la idolatría y el fanatismo estamos promoviendo la exclusión de personas y comunidades. Estamos sembrando beligerancia para beneficio de los sistemas dominantes, el armamentismo, la exclusión de poblaciones enteras, el separatismo, etc.
Como es posible que se generen enemistades y rompimiento de relaciones por defender dos posturas de vista subjetivos ninguno de los cuales puede ser objetivamente demostrado.
Lo más grave que ese hecho no solo no cambia el pensamiento opuesto sino que trastorna mi estado de ánimo. Cabe preguntarse entonces porque estoy dispuesto a perder mi paz y mi equilibrio?, no solo estoy negando al otro sino que me estoy negando a mí mismo. El primer perjudicado por este estado de tensión permanente soy yo mismo.
No hay revolución posible sin un cambio en la conciencia a nivel individual. Porque nuestra mente está programada por el Sistema, y por lo tanto, para liberarnos de esos programas debemos desinstalarlos de nuestra mente.
Dudemos de “nuestros convencimientos”, y no creamos solo en lo que se acomoda en nuestro paradigma. Hagamos abstracción por un instante de nuestros “certezas” y profundicemos en la búsqueda de la razón no automática. No podemos pensar “en paquetes», no podemos ser tan básicos.
Tratemos de obtener la información necesaria para al menos entender desde donde se sitúa quien no piensa como yo opino. Hablemos, argumentemos, pero no transformemos en batallas cada defensa de nuestros puntos de vista. Indaguemos en nuestras propias convicciones
Las creencias crean una cárcel. No nos quedemos en lo aparente, hay otras realidades.
Despertemos.