Por Ramiro Calle.- Todo pasa y todo cambia, pero la actitud de claridad y ecuanimidad pueden mantenerse siempre. Aun en la situaciones más difíciles se debe mantener la calma, meditar y ser justos, porque aunque exista ansiedad y cansancio es posible es posible encontrar unos instantes para estar con nosotros mismos, sacar provecho de la soledad y guardar silencio. No existe energía más poderosa que la del silencio, ni soledad más fecunda que la que se asume y se instrumentaliza para crecer.
Sin afán de superación, la vida puede convertirse en un desierto y sin compasión y amor, la vida es árida y desapacible.Con fricciones, discusiones y odios, la vida se convierte en un infierno.
En silencio y soledad la energía brota y se apodera de las personas, es como una sabia mano invisible que puede servir de guía. En ese momento puede manifestarse la naturaleza íntima más auténtica. Incluso no se debería estar siempre hablando por hablar, haciendo de un precioso instante de silencio un ruidoso vacío. Buda aconseja que si nada puede mejorar el silencio, mejor es no decir nada.
Viviendo paso a paso, sin odio entre los que odian y calmados entre los que se agitan, se puede descubrir la realidad profunda de la existencia.
Nos sentamos. Tatamos de inmovilizar el cuerpo, relajándolo. Pausamos la respiración. Introvertimos la mente y nos desvinculamos durante unos minutos de los afanes de la vida cotidiana. Nos desligamos del ego y sus actividades. Nos remansamos. Hacemos un espacio interior donde puede manifestarse la pura y desnuda sensación de ser. Nos vamos sumergiendo en lo más hondo de nosotros, situándonos en la raíz del pensamiento. Estamos. Somos. Ni ir ni venir, sólo estar y ser. El momento presente, el instante eterno. Nada que hacer, ni recordar, ni proyectar, sólo estar unos minutos en sí mismo. Surge así otro tipo de percepción, de sentir, de ser y serse.
Ramiro Calle