La pandemia que seguimos sorteando en este momento, ha tenido una consecuencia muy positiva que debemos recalcar: hemos aprendido que es posible, y no utópico, vivir en un mundo menos contaminado, con cielos limpios.
Esto resulta ya imprescindible para las generaciones venideras y varios gobiernos del mundo consideran que se debe cambiar la matriz energética global “YA”.
Para eso se necesitan las energías limpias; que son todas aquellas que no implican la producción de residuos contaminantes durante su generación: energía geotérmica, energía eólica, energía hidroeléctrica o energía solar. Todas estas se diferencian de aquellas que se consideran sucias, ya que contaminan aguas, tierras y aire (por ejemplo, las más perjudiciales actualmente son las que extraen y queman combustibles fósiles o derivados).
Las energías limpias son el comienzo de la solución de algunos de los problemas más graves a los que se enfrenta la humanidad: la muerte de animales y humanos por la contaminación y el deterioro de los hábitats naturales. Resulta de vital importancia que se fomente el desarrollo de este tipo de energías y la solución debe ser integral, global y multidisciplinaria. Aunque el cambio será largo y costoso y deba aplicarse de manera gradual, muchos alzan su voz para decretar que la decisión es ya impostergable.