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Entre propósito y misión de vida

Por Milagros Miyashiro Johnson.- Una de las preguntas fundamentales que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestra existencia es el por qué y para qué estamos vivos. Algunas veces lo hacemos de jóvenes, simplemente como producto de una curiosidad existencial, una necesidad de hallar un camino hacia el cual dirigir nuestros pasos y darles estructura a nuestras vidas. Otras, después de haber recorrido ya media vida o más, nos damos cuenta que el camino por el que vamos, nuestros logros, nuestros triunfos y realizaciones no han sido capaces de proveernos aquella satisfacción profunda y anhelada. Surge entonces el convencimiento, el entender intuitivo que aun hay mas por hacer, que tal vez nos dimos a la tarea de vivir sin haber sabido para que vivíamos, y esas preguntas existenciales y primarias se vuelven más urgentes y persistentes; y no nos deja mas remedio que volver la mirada hacia dentro, hacia la sabiduría del alma que el ego había tratado de acallar.

Ante estas preguntas, es necesario diferenciar entre propósito y misión de vida, pues no son necesariamente la misma cosa. Para entender mejor la diferencia entre propósito y misión, tenemos que entender primero quienes somos, que somos. Hemos de entender la dualidad de nuestra naturaleza, pues es la misma naturaleza de esa dualidad la que marca la diferencia entre propósito y misión.
Todos los seres humanos somos parte de la misma energía creadora encarnada en un cuerpo físico. Somos extensiones del creador que a través de la materia es capaz de experimentar, sentir y vivir experiencias que solo desde el astral no es posible. Somos creaciones y creador, alma y cuerpo, energía y materia física; somos el balance perfecto entre lo material lo espiritual, lo sagrado y lo mundano.

Nuestro propósito de vida pues, está mas ligado a lo mundano, a aquello que nuestra alma vino a experimentar a través del cuerpo físico, tiene que ver con nuestro contrato de alma, aquel pacto que realizamos con la Divinidad antes de encarnar, con aquello que elegimos vivenciar en esta encarnación para así aprender una lección que ayude a nuestra alma a evolucionar. A través de estas experiencias de vida y este aprender, el mismo Creador es capaz de vivenciar la vida terrenal y regocijarse en su creación. A través de nuestro propósito de vida iremos aprendiendo nuevas lecciones, iremos superando karmas o creando nuevos, y conforme nuestra alma evolucione, recordando nuestra naturaleza dual y, óptimamente, encaminándonos hacia nuestra misión de vida.

Nuestra misión de vida tiene que ver mas con lo sagrado, con aquello que nuestra alma vino a cumplir para ayudar a elevar el nivel de consciencia del colectivo, para hacer que, a través nuestra energía vibracional, nuestras palabras y nuestros actos concretos, traigamos luz a la realidad del alma, ayudando a otros a entender su propia naturaleza dual y su propia conexión con la Fuente. Es a través de este recordar y esta evolución de consciencia colectiva como la humanidad ira poco a poco regresando a sus verdaderos orígenes, al Creador. Para conseguir esta integración universal, sin embargo, no lo podemos hacer solos o a nivel individual, pues cuando entendemos que todos somos uno, entendemos también que a menos que todas las partes del uno sean capaces de recordar e integrarse al todo universal, no estaremos completos, no conseguiremos totalidad y cohesión.

Así pues, mientras estemos vivos y viviendo, ya estaremos cumpliendo con parte de nuestro propósito de vida, la parte mundana de esta jornada terrenal; pero solo cuando recordamos y empezamos a vivir guiados por la voz de nuestra alma cuando empezamos a encaminarnos hacia nuestra misión de vida, hacia el servicio y bienestar espiritual del colectivo.
Ilustrando todo esto con ejemplos prácticos y fáciles de entender, imaginemos que nuestro propósito de vida, aquello que quisimos venir a experimentar y aprender, fue la fama, bienestar material y desapego. Nuestra misión de vida, por otro lado, es el inspirar y enseñar a otros las verdades del alma. Tal vez, durante los primeros años de vida nos la pasemos en un trabajo en el cual podamos hacernos famosos, tales como ser actores o cantantes, lo cual a su vez nos redituará entradas de dinero y abundancia material. Cuando lleguemos a ese punto, la lección que debemos aprender es el desapego, el ser capaz de dejar de lado aquello a lo que de algún modo nos habíamos aferrado. Entonces nuestra alma empezará a recordarnos que hay algo mas en la vida que solo la adulación de nuestros admiradores y el dinero que acumulamos, nos hará sentir que nos estamos perdiendo de algo que no podemos definir. Iremos recibiendo experiencias, signos y señales para que nuestra alma despierte y empiece, poco a poco, a soltar esa vida de apegos terrenales y empecemos a cultivar valores espirituales que hasta ese momento no habíamos considerado.

Lo mas probable es que cuando lleguemos a esta encrucijada en el camino, cuando intentemos ir cambiando nuestro rumbo del propósito a la misión, de lo material a lo espiritual, nuestro ego proteste y reclame el control absoluto que hasta ese momento había tenido sobre el rumbo de nuestras vidas. Nuestra alma, por otro lado, ira moviendo nuestra intuición para guiarnos en la dirección que nos ayudará a seguir evolucionando y a través de esa evolución, poder ayudar a los demás a evolucionar también. Es cuando encontramos el balance perfecto entre propósito y misión cuando finalmente nos sentimos absolutamente realizados. Siguiendo con el mismo ejemplo, tal vez tengamos que soltar la vieja forma que teníamos de ganarnos la vida, ya no seguiremos con la actuación o el canto, o al menos no a tiempo completo, pues dedicaremos tiempo también a cultivar nuestro desarrollo espiritual. Siendo ya famosos porque es lo que habíamos conseguido en nuestro propósito de vida, la gente estará mas abierte a oírnos, a aprender con nosotros y de nosotros, y de aquellas nuevas verdades espirituales que se van haciendo presentes en nuestras vidas. Se forma pues, una cohesión tal entre lo que conseguimos a través de nuestro propósito y lo que vamos aprendiendo y poniendo al servicio de la humanidad, que somos capaces de evolucionar y ayudar al colectivo a evolucionar. Podemos crecer y seguir avanzando, pero al mismo tiempo nuestro avance y evolución no es solo ya a nivel individual, sino que, a través de nosotros, otras partes de este todo universal empiezan también a crecer y elevarse energéticamente.

Es importante entender, pues, que mientras el alma irá susurrando y enviando señales para que evoluciones y encuentres el camino al que estas destinado en tu misión de vida, el ego reclamará y protestará para evitar los cambios, pues bien sabemos que el ego prefiere aquello que es conocido y siente como seguro.
No es tarea fácil descubrir cual es nuestra misión de vida, y mucho menos empezar a incorporar los cambios necesarios para realizarla, pero si prestamos atención a aquellos talentos y dones que tenemos, que hemos ido desarrollando en nuestras vidas, a aquello que nos gusta y nos apasiona más allá de lo normal, veremos que son herramientas y señales que el alma nos proporciona para que podamos descubrirla.

Depende pues, de cada uno de nosotros prestar atención a estas señales del camino y descubrir cual es nuestra misión, y una vez que lo hagamos, persistir en ella sin importar cuan ardua o difícil nos pueda parecer. El secreto es simplemente confiar y perseverar, pues cuando nuestra misión está alineada con el bien colectivo, el mismo Universo confabulará a tu favor para cerrarte ciertas puertas y a cambio abrirte otras que serán de mayor beneficio para ti y el colectivo en general.

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