Federico de Sánchez.- Mención especial merece el papel esencial que juega la nutrición en el mantenimiento, preservación, y recuperación de nuestra salud.
La nutrición es la gran asignatura pendiente de la vida; dentro del campo médico, siendo como es, tan crucial como la fisiología, la anatomía, bioquímica o la farmacología, no se le presta la adecuada importancia que tiene en cualquier abordaje terapéutico común, a pesar de las abundantes y sólidas evidencias que demuestran su capacidad indudable de favorecer, estimular y recuperar la salud.
Todos los elementos que forman parte de nuestro metabolismo deben de estar presentes en un nivel óptimo y equilibrado, y en muchos casos deben incluso aportarse en cantidades muy superiores a las consideradas como normales (crecimiento, lactancia, embarazo, enfermedades, vejez) para que nuestro organismo pueda mantener y recuperar su plena funcionalidad.
Un ejemplo muy común al que nos enfrentamos actualmente es el estrés (o para mayor precisión, distrés, estrés negativo); la agitación, las exigencias, las preocupaciones constantes a que sometemos a nuestro organismo en estas circunstancias, conllevan la disminución o agotamiento parcial de algunas vitaminas o minerales esenciales párale mismo, y adquiere una dimensión de verdadero circulo vicioso: disminuye la concentración, los reflejos, aumenta el nerviosismo, el insomnio, el mal humor, el cansancio, haciendo mella en nosotros, y esto puede dar lugar a la aparición de alteraciones digestivas, circulatorias, cardiovasculares, psicológicas, como consecuencia de la escasez o déficit de vitaminas del grupo B (magnesio, potasio, calcio…)
Pero en muchas ocasiones, en lugar de contemplar esta acuciante demanda de nuestro organismo, recurrimos a enmascarar los síntomas con algún fármaco innecesario, con lo que agravamos y prolongamos, aún más, si cabe, la situación.
Las vitaminas, minerales y otros nutrientes esenciales no solo requieren de un aporte mínimo para prevenir (como se sabe) la posible instauración de determinadas enfermedades, sino que existen circunstancias concretas en las que se deben hacer un aporte complementario extraordinario, si queremos revertir cuadros patológicos y recuperar un aceptable nivel de equilibrio en nuestro organismo.
Tendríamos que saber que los fármacos, siendo necesarios e imprescindibles en situaciones especificas (crisis o manifestaciones agudas), son agentes bloqueadores de determinados procesos y funciones metabólicas, por lo que su utilidad solo esta justificada cuando la enfermedad se ha manifestado e instalado en el organismo; los fármacos pueden crear problemas si hacemos un uso injustificado, excesivo y continuado de ellos. Deberíamos conocer también que, en muchas ocasiones, aunque los mecanismos de acción sean abiertamente diferentes, los fármacos y los nutrientes pueden actuar mutua y beneficiosamente unidos, (sinérgicamente), además de posibilitar en muchos casos la disminución sustancial de la dosis del fármaco, y disminuir así además sus efectos secundarios.
Siempre que sea posible será mejor propiciar y permitir que el cuerpo se autorregule y se cure por si mismo. Antes de aceptar como inevitable la administración de algún medicamento externo, tendríamos que considerar posibles alternativas naturales, seguras y en no pocos casos, igual o más efectivas que los propios fármacos.
¿Por qué entonces subsisten tantos recelos, escepticismo y prejuicios a la hora de incluir en los tratamientos sustancias equilibradoras y afines al organismo, y sin efecto secundario alguno? Lamentablemente, en las facultades de farmacia y medicina se siguen sosteniendo que los fármacos son el único abordaje terapéutico; se ha olvidado sin duda, la gran farmacia de la naturaleza…
Las tesis predominantes, acerca de las enfermedades, ponen especial empeño en los agentes externos (virus, bacterias, toxinas) como principales desencadenantes de enfermedades, pero se olvida con frecuencia, que
es el sistema inmunológico quien tiene la última palabra.
El propio Pasteur -en el lecho de su muerte- reconoció claramente “que la bacteria no es nada, el terreno lo es todo”. Si nuestro sistema inmunológico está bien constituido, podrá con certeza enfrentar y neutralizar los “ataques” e intentos de manipulación y proliferación de los diversos agentes que pretendan enmascararse y/o producir transformaciones o mutaciones celulares de cualquier tipo; si por el contrario, carecen en mayor o menor medida de alguno o varios elementos esenciales para mantener su permanente eficaz y compleja acción defensiva, nuestro organismo sucumbirá al poder de algunos de esos elementos que no siempre, como se creen, proceden del exterior, sino que están ya, en muchos casos, dentro de nosotros y conviven en relativa armonía con los más beneficiosos.
Hoy día, muchas personas a pesar de la abundante información y de los conocimientos actuales, confunden una adecuada nutrición con abundancia; sin embargo, es mucho más importante la calidad que la cantidad; comer no debería nunca significar “llenar el estómago”, aunque esto sea una necesidad y responda a un mecanismo lógico y automático.
Alimentarse debe ser especialmente algo gratificante y placentero, indudablemente, pero no existe contradicción ni incompatibilidad alguna entre el disfrute y una adecuada y equilibrada alimentación; ¿cómo?, cambiando gradual y voluntariamente algunos hábitos que no reportan ningún beneficio, e ir introduciendo otros, que además de beneficiosos, incrementaran aún más si cabe el momento placentero y sublime de la comida.
Por todo ello:
Haz un uso responsable de lo que comes.
Federico de Sánchez
Espiritualista, filósofo y orientador espiritual. Presidente de la Sociedad Española para la Difusión de la Espiritualidad (SEDEL), Vicepresidente de la IANDS-España (International Association for Near Death Studies para España), Adjunto a la Presidencia de la Sociedad Española de Ayuda al Duelo y a una Muerte Serena y Lúcida (SEAMUS).www.federicodesanchez.info