Por Jessica J. Lockhart.- Muchas parejas deciden casarse o vivir juntas pero no compartir sus vidas. Hay una diferencia…
Compartir la vida con otra persona entraña elegir caminar a su lado todo el tiempo que la pareja permanezca unida. Aunque esa decisión puede provocar retrasos en la consecución de las metas personales y desvíos en el camino, garantizará que ambas partes de la pareja siguen caminando en la misma dirección. A no ser que exista el compromiso consciente de compartir el camino, las partes de la pareja corren el riesgo de separarse y caminar en direcciones que las alejen.
La mayoría de las personas nunca toman esa decisión conscientemente. Cuando dos personas acuerdan o deciden vivir juntas, sea en matrimonio o de otra manera, la pareja será tan fuerte como lo sea el compromiso de cada una de ellas. Si una de las personas está ahí porque «no hay nada mejor,» o porque «están bien juntos,» la probabilidad de que dejen de estar juntos a largo plazo es extremadamente alta.
Las parejas fuertes requieren lazos y voluntades fuertes. Solo cuando ambos miembros de la pareja deciden realizar el esfuerzo de compartir sus vidas, ocurra lo que ocurra, tendrán la suficiente fuerza juntos para apoyarse el uno al otro e incluso para esperar al otro si así lo requiere la vida. El lazo se fortalecerá cuanto más tiempo caminen uno al lado del otro y se debilitará si se estira demasiado.
La vida nos plantea muchos obstáculos a los seres humanos. A no ser que la pareja se comprometa a superar todos los obstáculos juntos, la vida les separará. Si uno de los miembros de la pareja decide ir en una dirección para seguir avanzando mientras la otra se marcha en otra diferente para resolver algo, por ejemplo, sus diferentes direcciones les alejarán. Cuanto más avancen, más difícil les resultará reunirse y seguir caminando uno al lado del otro. La mayoría de las parejas no se da cuenta de esta realidad hasta que es demasiado tarde y se encuentran demasiado lejos el uno del otro. Para que una pareja tenga éxito, sus miembros deberán permanecer juntos aunque eso implique esperar al otro. Habrán de avanzar en la misma dirección aún cuando eso implique desviarse de los objetivos personales. Ambas personas deberán ayudar a la otra a alcanzar sus metas, tal vez primero una y después la otra. A veces, una persona deberá seguir a la otra. Seguirle funcionará siempre que la persona que sigue también alcance sus propias metas. Ninguno de los miembros de una pareja debería sacrificar sus metas a las del otro. Por el contrario, la pareja debería garantizar que ambos persiguen sus propias metas a lo largo del camino común.
Solo cuando se comparte un camino común y se camina a la par puede una pareja fortalecerse cada día. Si una pareja ha de permanecer sana y feliz en el tiempo, ambas partes necesitan comprometerse a compartir el camino durante sus vidas. No hacerlo tendrá como resultado que las dos personas caminen en direcciones diferentes y que solo coincidan cuando la vida así lo elija. De esa manera, la pareja solo se puede alejar. Para que las parejas crezcan y se fortalezcan día a día, necesitan ESTAR juntas y resolver los problemas juntas, aprendiendo el uno del otro y apoyándose mutuamente.
Dedicad un tiempo a la pareja y decidid juntos dónde queréis ir. Encontrad una dirección común y comenzad a caminar uno junto al otro. Cada vez que surja un desvío, tomadlo juntos. Cada vez que uno de vosotros necesite detenerse un momento, parad los dos. Después, continuad caminando uno junto al otro. Siempre que ambos miembros de la pareja sigan alcanzando sus metas personales, cuanto más lejos llegue la pareja, más fuerte será.
No existe una dirección correcta o equivocada que seguir. Las únicas dos condiciones que las parejas deben realmente cumplir para hacerse cada vez más fuertes es que ambas personas se comprometan a estar juntas y que ambas se respeten y ayuden la una a la otra.
Y recordad que todos los caminos comienzan con el primer paso.
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