Por Laura Martínez Ramírez.- Hay un momento en la evolución en el que dejamos de ser vanidosos y egoístas al comprobar que todo lo que el ego nos dice que da la felicidad realmente no la da, se despierta la empatía y se empieza a sentir el dolor que causa en el otro la seducción consciente y el sufrimiento de no ser amado del que se entrega y no es correspondido, y su mismo dolor cuando empieza a amar y el otro se va.
El camino se ha iniciado, pero en este viaje hacia el amor incondicional habrá que pasar más pruebas, amar aunque no te amen, es decir, no cerrarte al amor, conseguir que la relación sea de respeto por ambos, la soberbia cuando otros no dan tanto como nosotros creemos merecer, y con ello las respuestas altivas… Pero hoy quiero hablar de ese momento en el que se ha aprendido a amar a dar y nuestro “ego” dice que eso es el punto más alto de amor, y no es así. Para que se cierre el círculo hay que estar otra vez cerca del egoísmo, pero en un punto más alto de la espiral, aunque en línea con él, es cuando tenemos que decir que “no” por el bien del otro.
Creo que muchas personas de las que sus semejantes dicen que son “buenísimas”, se encuentran atrapadas en este momento de su evolución, algunas enferman de cáncer y eso es lo que me llevó a indagar más en ello.
La cultura judeocristiana tiene el punto más alto de la bondad del ser humano en este punto, en el darse a los demás, en renunciar a si mismo para volcarse en la ayuda desinteresada. Pero otras culturas no lo ven así.
Recuerdo que en el ashram en India, que para mi sorpresa nos decía que no diéramos nada a los mendigos, ¡en un país que los hay a millones! Esto inevitablemente chocaba a los de nuestra cultura, pero ellos lo justificaban de una forma evolutiva diciendo que esas personas eran demasiado “tamásicos”, que es como decir que su energía vital es mínima, por lo que se muestran adormilados, inactivos, pesados, sin distinguir entre bueno y malo, lo que es deseable es que pasen al siguiente estadio “rajásico”, que conlleva la energía de iniciar nuevos proyectos, el movimiento, la pasión el entusiasmo, también la crítica y la irritabilidad, es donde estamos mayoritariamente en occidente, enredados en un continuo hacer, el último paso estadio sería el “sátvico” que conlleva el equilibrio entre rajas y tamas , comprensión de una conciencia única y con ello el desapego y la serenidad. En esto coinciden con el pensamiento taoísta de si tengo que hacer hago y si no tengo que hacer no hago. Pero para pasar de una a otra uno tiene que ser llevado al límite en el que por saturación desee el cambio. Así y volviendo al tema de no ser buenísimos, es que ellos justificaban que si estando sentados recibían el alimento, nunca pasarían a ir a cogerlo, luego no saldrían de tamas para empezar a ser rajás, y por tanto en última instancia su intención era tan buena o más que la nuestra.
No puedo decir que siempre y con cualquier persona hay que actuar así, más porque yo no lo hago, para eso está la intuición, pero sí quiero aportar esta visión por si a alguien le vibra en sintonía con su sentir.
Porque lo que yo he experimentado es que cuando nuestro ego al que le encanta poner etiquetas nos ha convencido de que somos buenísimos, cuando nuestra cultura lo alaba, ¡qué difícil es salir de ahí!
¿Y por qué hay que salir de ahí? Porque nos fundamentamos en un sentido de evolución, no de ser buenos, llegar al cielo porque hemos sido premiados por nuestros buenos actos y fin.
El punto más alto en un paradigma de aprendizaje es el amor incondicional y esto pasa amarme primero a mí misma, respetar mis posibilidades, mis necesidades vitales y otra vez cerrar el círculo, volver a ser egoísta a ojos de otros, pero ahora es porque sabemos que nadie es más importante que yo, si no me amo y respeto no podré hacerlo verdaderamente a los demás, ya que esto solo ocurre cuando no hay búsqueda de resultados, de recompensas de alabanzas, a la vez que atentos al desprecio al rechazo para retirarte.
Y es que el buenísimo permite que los problemas de los demás lleguen a ser aplastantes, permitiendo llevar una losa grande que no le pertenece sintiéndose constantemente con la responsabilidad de ayudar, porque no han comprendido antes de que esto ocurra, que tienen que deshacerse de todo aquello que no les pertenezca, por amor propio y a los demás, ya que como hemos dicho no les haces un favor a los demás si se acostumbran a colgarse de otros. Hay pasos que debe ser solo. Si su vibración es densa, si le ayudas, volverá a hacer lo mismo. Cuantos ejemplos podemos aportar los que hemos ido a dar y hemos recibido más desprecios y exigencias que como esperábamos según nos habían dicho en nuestra religión, la gratitud. Ahora pienso que respondieron bien porque realmente no los estábamos respetando en su momento evolutivo, los queríamos forzar aunque fuera con buena intención. Además si la vibración es densa, aunque le ayudes, volverá a hacer lo mismo.
Vuelvo a decir que la intuición nos dice cuando ayudar y cuando no, pero estar preparado para decir que no cuando así se siente, es lo que se propone aquí, de estar atentos a la emoción que aparece tras un acto de ayuda, si no es de alegría y expansión del corazón, sino de frustración o resentimiento, será indicación de que no es lo que corresponde.
Si como hemos partido al principio de lo que se trata en esta vida es de aprender, de evolucionar, primero es fundamental respetar que cada uno vibre según su aprendizaje, reconocer y permitir que solo su experiencia de sufrimiento puede llevarle a un punto de inflexión en el que diga ¡ya es suficiente!, ¡nunca más! Lo que interesa es no retrasar ese momento, no le favorece que alguien cargue con sus problemas.
Una vez más es cuestión de tomar conciencia, sabiéndolo, ante situaciones de este tipo, pregunta a tu alma y que ella te hable mediante la intuición. No descartes nada y deja que te sorprenda la respuesta que te viene, ahora que estás preparado para decir “no” si es necesario, confiando en que cuando llegue ese trozo del camino los pasos te serán dados.