Por María Isabel Valverde Bisso.- Siempre he sido una romántica incorregible. Demoré un poco en escoger ese adjetivo, “incorregible”, quizás por las diferentes perspectivas desde donde se puede interpretar esta palabra.
En todo caso, para mí, parte de ser una “romántica incorregible”, tiene que ver, con sueños tan tradicionales como encontrar a esa persona con la que deseo estar, como dice el título de este artículo, ¡JUNTOS PARA TODA LA VIDA!
A pesar de ello, hubo un período en mi vida en el que mi percepción de “romántica incorregible” cambió y dejó de ser tan romántica, acaso, algo negativa. Comencé a pensar que ser “incorregible” era, justamente, no haber aprendido que ser romántica estaba mal o, en todo caso, que no me funcionaba. Hasta ese momento, había tenido varios fracasos amorosos y, a partir de ello, comencé a cuestionarme muchas cosas como, si en verdad había amado a alguno de los chicos que fueron mis parejas, o si acaso me había amado realmente alguno de ellos. Estos cuestionamientos derivaron en preguntas algo más complejas e incluso, algunas fatalistas como; qué era el amor en sí mismo, si era fácil o difícil amar, o si, en resumidas cuentas, el amor servía para algo más que para complicarle la vida a uno. Es obvio que no estaba muy contenta con el amor en esos días, aunque, de cualquier modo, no es objetivo específico de este artículo dar respuesta a esas interrogantes.
Lo que sí quiero plantear aquí, es que, gracias a todo lo que he vivido desde ese entonces, el significado de “romántica incorregible” es distinto para mí hoy. Así, este artículo nace de la necesidad de organizar y plasmar las conclusiones a las que he ido llegando respecto al tema de amor de pareja, con el sincero deseo de que, al compartirlas en este espacio, lleguen a las personas precisas a quienes sirvan en este momento de sus vidas. En mi caso, este escrito es también una especie de autoterapia, que percibo, me apoyará a liberar la dosis de miedo que aún mantengo respecto a aventurarme en una nueva relación.
En este contexto, la pregunta que guía toda mi reflexión es: ¿ES VÁLIDO DESEAR UNA PAREJA PARA TODA LA VIDA?
Para comenzar a responder esto, quiero contarles un evento que sucedió hace poco tiempo. En noviembre del 2019, Vesta, mi perrita de 16 años falleció. No era el primer perro que tenía, pero, a diferencia de cuando mi primera mascota falleció, pasado el duelo de Vesta, llegué a una clara conclusión: “¡Quiero tener siempre un perro en mi vida!”. Esta fue una decisión a la cual precedieron varios procesos además del duelo en sí mismo. El más importante fue el poder reconocer el gran amor que estos animalitos generan en mí; así como la innata capacidad que tengo para cuidarlos y brindarles la mejor vida que pueda imaginar para ellos. En resumen, hacerlos felices. “Estoy lista para tener otro perro, y cuando a ese le toque irse, vendrá el siguiente…y el siguiente…y el siguiente, y así, haré felices a la mayor cantidad de perros que pueda en mi vida”. Esa fue mi declaración.
Fue entonces que, al escucharme, mi mejor amiga me preguntó: “Y por qué no llevas ese pensamiento al ámbito de pareja”, dando a entender que las parejas están en nuestras vidas mientras vibremos en la misma sintonía y que, en consecuencia, no necesariamente estaremos junto a una persona hasta el fin de nuestros días. No era la primera vez que mi amiga me decía esto, pero la analogía que planteó en esa oportunidad para explicarme su modo de pensar, sumada el hecho de que justo en esos tiempos venía yo dándole vueltas a la idea de volver a tener una relación, me dejó pensando por algunos días en esa posibilidad.
Durante esos mismos días, muchas otras cosas sucedieron. Asistí a un par de talleres, empecé a estudiar “Un Curso de Milagros” y culminé con las sesiones de una terapia que había iniciado algunos meses atrás. Así también, una pareja que conozco se separó y tuve muchas conversaciones reflexivas sobre el tema del amor de pareja con una de las partes. Por último, y ya entrado el mes de febrero (el mes del amor en mi país), como buena “romántica incorregible”, fui un par de veces al cine a ver, claro está, películas románticas, una de las cuales se llamaba, muy adecuadamente, “Locos de amor”.
Todo esto que hice o viví en las últimas semanas, por más profundo, sencillo o tonto que pueda parecer, me hizo pensar y reflexionar mucho más en el tema de amor de pareja y en la idea que mi amiga me había planteado días antes. ¿Mi conclusión? Pues sigo sintiendo que quiero un amor para toda la vida. Sí, así de romántico y cursi como suena…y no, no es puro capricho. Es preciso mencionar que, otras no pocas cosas sucedieron también en estas semanas y que me llevaron a reforzar esta idea, pero con nuevas y poderosas luces. ¡Vaya que han sido meses intensos! Aquí lo explico.
Hace cuarenta y dos días fumé mi último cigarrillo. A mis cuarenta años, intenté dejar varias veces ese hábito que tuve por más de dos décadas y todas las veces, lo retomé. Parte del proceso fue hacer un ejercicio de PNL que, desde luego, me ayudó a reprogramar mi mente y a tener claros los objetivos por los cuales quería dejar de fumar. Pero, mucho antes de esa reprogramación, tuvo lugar una acción mucho más contundente para el logro de mi meta. Estuvo la decisión clara, sincera y valiente de dejar de fumar, con la cual hice, ineludiblemente, un compromiso conmigo misma, específicamente, con mi salud. El ejercicio de PNL me apoyó en renovar día a día ese compromiso hasta que, cuando me percaté, había “perdido” el hábito. Dicho sea de paso, ¡perdí para ganar!
Y es ahí que me pregunto, ¿no funciona acaso del mismo modo el matrimonio o cualquier tipo de unión entre dos personas? ¿No se trata el estar con alguien de elegirse mutuamente un día y de volver a elegirse día a día? Escuché esta perspectiva algunas veces en mi vida y desde la primera oportunidad, tuvo mucho sentido para mí. Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de que alguno o ambos miembros de la pareja dejen de elegirse en algún momento. He conocido varios casos de parejas que se eligieron durante 20 años o más y de pronto un día, uno o los dos deciden ya no hacerlo. Sin embargo, he conocido también varios casos de novios octogenarios quienes, “a esas alturas de sus vidas”, deciden con la ilusión de una pareja de la mitad de su edad, casarse o mudarse juntos. No sé ustedes, pero, desde donde yo lo veo, para empezar de nuevo a los 80, hay que estar como dice el título de la película que vi. ¡HAY QUE ESTAR LOCOS DE AMOR! En el mejor sentido que esa locura pueda tener.
Cualquier cosa puede pasar, sí. Existen infinitas posibilidades, eso lo sabemos. El hecho está en qué posibilidad quiero yo en mi vida. Atraemos lo que somos, es cierto y yo he comprobado en carne propia que, mientras mi autoestima estuvo en reconstrucción, llegaron a mi vida diferentes maestros en forma de pareja para que yo supiera exactamente dónde tenía que trabajar y luego de eso, se fueron. Me dejaron de elegir y en otros casos, yo los dejé de elegir. Sin embargo, creo que es posible elegir a alguien para toda la vida, como expliqué en el párrafo anterior, pero para ser capaz de hacer eso, hay un requisito indispensable, el cual no es nuevo para mí, pues lo he oído también muchas veces e incluso, lo he compartido en mis clases como algo que aprendí en mi experiencia personal. Ese requisito se resume en una frase: “Primero eres tú”. A decir verdad, usé esta frase antes con el claro convencimiento de que la había entendido y asimilado, pero hoy me doy cuenta de que siempre hay nuevas oportunidades para mirar las cosas de una manera distinta.
Y sucedió así. Al igual que con el cigarro, la vida me puso frente a una nueva situación para elegir y decidir. Quizás, lo del cigarro pasó justo pocas semanas antes para que yo estuviera preparada para esta nueva decisión. Se trataba nuevamente de hacer un compromiso conmigo, aunque esta vez, de una manera “integral”. La pregunta que me hicieron fue: “¿Quieres casarte contigo?” Sí, me preguntaron si quería casarme yo, conmigo misma. Si aceptaba la propuesta, me comprometía a amarme de ahora en adelante, incondicionalmente y para toda la vida.
En ese momento entendí todo. Entendí por qué sentía tanto miedo de tener una nueva relación. Entendí por qué es necesario quererme yo primero para poder querer a alguien más. Entendí que, si no soy capaz de jurarme amor eterno a mí, no puedo ni pensar en comprometerme con nadie. Entendí que la primera persona que se debe jurar amor eterno soy yo misma. Entendí todo y pasé la prueba. Sentí que me comprometí a amarme a mí misma y para siempre desde mi total honestidad. Sí, fue un compromiso verdadero, lo que no quiere decir que no me fallaré nunca más, pero ahora sé que yo puedo darme a mí misma todas las oportunidades que sean necesarias y retomar siempre mi relación conmigo.
Siento que he dado un gran paso hacia el amor de la pareja que deseo tener en mi vida. Desde donde estoy parada hoy puedo darme cuenta de que merezco todo el amor del mundo para mí. Ese amor es inherente a todos, pero ahora puedo verlo, antes no podía. Desde donde estoy parada hoy, no hay vuelta atrás, al igual que con mi ex hábito del cigarro. Desde donde estoy parada hoy, cada paso que dé será para elegirme nuevamente en diferentes situaciones en las que antes no lo hice.
Dicen que los sueños no tienen límites. Eso quiere decir que no tienen parámetros y yo creo en eso. Desde donde estoy parada hoy, desde mi seguridad, desde mi amor propio, desde mi compasión por mí misma, desde el permitirme equivocarme, caerme y levantarme, desde ahí, veré llegar a ese hombre con el que estaremos ¡JUNTOS PARA TODA LA VIDA!
Y vivieron felices para siempre.