Por Ramiro Calle.- ¡Es tan nociva, venenosa, destructiva y corrosiva la envidia!. Es una de las cualidades más insanas y tóxicas de la mente. Didive, origina aversión y odio, enferma al que la experimenta y le hace maldiciente, hostil y ofuscado.
La envidia crea muchas patologías de todo orden y hace inmensamente desdichado al envidioso, aunque el envidiado no se entere de ello o no se deje por ello afectar. La envidia crea malos sentimientos, hace a las personas aviesas, emponzoña y origina innecesarias fricciones. Nada bueno puede surgir de la envidia y por eso los grandes maestros de la mente realizada la han considerado una de las peores y más insanas tendencias de la mente.
¿Hay antídotos para la envidia? Sí, los hay, y el primero sería la inteligencia primordial que le permita comprender claramente al envidioso que es muy poco caritativo consigo mismo, se intoxia con el propio veneno que destila y enajena su mente. Por tanto, un primer antídogo: la inteligencia primordial.
Un segundo antídoto: quererse un poco más asimismo y superar las fisuras psíquicas y los complejos.
Hay otro antídoto magnífico: alegrarse por los éxitos ajenos y vividlos con alegría. Nada tan saludable. Buda le llamaba a este antídoto, que es un estado sublime de la mente, la alegría compartida o altruísta.
El envidioso se deja vencer por su mezquindad y es como el necio escorpión que se clava a sí mismo el aguijón. En cambio la persona que se establece en la alegría compartida y embellece así su mente, se alegra por los éxitos y bienestar de los otros y se siente vital y satisfecha.
Hay que aprender a gobernar y limpiar la mente para liberarla de esa ofuscación en la que entronca la envidia. La meditación es un camino para ello. La humildad es otro. Pero ninguno tan elevado y eficiente como la infinita compasión.
Ramiro Calle
Me encanta la imagen que has seleccionado para el artículo, es todo un acierto. ¿Sabe quién es el autor?
Un saludo