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La amistad…en recuerdo de Miguel Ángel Calle

miguel-angel-calle-memoriaPor Federico de Sánchez.- La amistad es una palabra, expresión o vivencia que representa y despierta, para la mente, el corazón y el alma, fuente inagotable de un claro, puro y cristalino sentimiento de bondad y ternura.

Me gustaría hablarte sobre la importancia de la amistad, sinónimo de entrega, compañía y lugar común de encuentro, donde compartir esas experiencias profundas que unen los lazos de hermandad entre los seres humanos. ¡Cuánto puede ayudarnos la amistad en nuestro desarrollo y crecimiento personal!

Es cierto: ¡que bella palabra!, que sentimiento tan profundo de acompañamiento, de estar siempre ahí, en la cercanía del momento, en la espera del silencio. Casi todos conocemos el concepto de amistad. Sí, lo conocemos porque lo podemos vivir continuamente, de manera sencilla, sin grandes gestos externos, desde la cercanía del corazón. Por esto mismo, es difícil hablar sobre la amistad, ya que les preciso vivirla profundamente en el día a día y permitir que la frescura de la primavera renueve continuamente los lazos invisibles que sostiene la amistad.

 Un ser humano que se precie de pertenecer a nuestra especie, (que no sea sólo un homo animal) necesita tener arraigado en su ser la idea de la amistad; idea que se torna (pronta y presurosa) en vivencia experimental, en realidad cotidiana. Sin la amistad, sin su dulce y cálida presencia, somos marionetas de hechos y circunstancias, de existencias agobiantes, efímeras y asfixiantes.

 ¿Recuerdas la frase que se suele repetir habitualmente: “quien tiene un amigo tiene un tesoro”? Cierto, una verdad universal que todos deberíamos recordar y retener en nuestra conciencia y alma. La vida presenta multitud de ocasiones para recordad y revivir experiencias. La amistad se constituye en maravillosa oportunidad de desaprender lo aprehendido…soltar, soltar, soltar y entregarnos al sueño lúcido del abandono del yo consciente por el otro, “de lo mío por lo tuyo”, de ese estado de sana bondad, de compartir olvidando (aunque sean por breves instantes) nuestra realidad cotidiana, con sus fantasmas y espectros existenciales, y sus ángeles celestiales. Compartir es mucho más que una palabra, pensamiento o expresión. Compartir es manifestar en la carne, en el diario acontecer de la vida, que es posible y preciso alejarnos de aquellas tendencias agobiantes que imposibilitan nuestro desarrollo emocional pleno. Compartir es ofrecer lo valioso de nuestra vida a seres que son valiosos por su propia esencia. Compartir es dar… de corazón a corazón.

La amistad es un maravilloso ejercicio de compartir, ya sea en la cercanía más inminente o en la distancia más alejada en el espacio o en el tiempo.

Personalmente, me identifico significativamente con el pensamiento de ese gran filósofo que fue –es y será- Aristóteles: “¿Qué es un amigo? Es un único alma que vive en dos cuerpos” Quizás, siguiendo ese hilo argumental, comparto la amistad con seres maravillosos, cuantitativamente no numerosos, aunque sólidos como la roca, firmes como la tierra y generosos como el sol, que diariamente irradia sus rayos permitiendo bañarme en su dorada luz. Doy gracias a la vida, y al Espíritu (mi Dios del universo, de la eterna eternidad eterna) por poder experimentar en mi diario caminar por el sendero de la vida, la fuerza de amor de la amistad.

Soy consciente que son numerosas las personas que ponen en tela de juicio la relación de amistad entre un hombre y una mujer. Error que sostienen aquellos que prejuzgan la relación de cooperación que existe entre ambos sexos, relación necesaria para crecer mutuamente. Cuando dicha relación se entrelaza más firmemente, llegamos a establecer un vínculo poderoso que sella una sólida amistad. La amistad es un amor absolutamente fraternal que implica, necesariamente, respeto y compromiso, libertad y responsabilidad.

Desde el compromiso de la aceptación del estado de ser del prójimo, de nuestro prójimo, podemos construir un rico y fascinante universo emocional.

Este fantástico universo emocional va más allá de lo mental. La amistad implica espiritualidad. Es cierto que puede sorprender la afirmación que acabo de establecer; lo sé. No olvidemos que la naturaleza humana consiste y descansa en una serie de necesidades, naturales, biológicas…y espirituales. La espiritualidad es consustancial a nuestra especie. Todo aquello que sea constitutivo de elevación del plano material (necesario, pero no suficiente ni exclusivo) es motivo de satisfacción, ya que permite establecer cauces o canales para el desarrollo y crecimiento personal. Así vivo la experiencia amistosa de una relación fraternal; relación que permite potenciar los aspectos finitos de mi personalidad.

La verdad, desde siempre he sentido con fuerza la llamada de la amistad, de aquella realidad que permite sacar aspectos que representan lo mejor de  mí mismo, al menos en el plano de crecimiento personal. Desde la amistad podemos potenciar capacidades que creíamos olvidadas, que están latentes en nuestro ser. Todos, si todos, hemos sentido la pérdida de un amigo como una catástrofe de enormes  proporciones, donde nos era “robada” una parte sustancial de nuestra identidad. La pérdida de un amigo es una pérdida que llevamos incorporada en el alma.

La pérdida de la amistad es una pérdida muy sensible, muy dolorosa para el ser humano. Desde el consuelo que representa y manifiesta la amistad; consuelo constante, continuo que lleva a hacernos olvidar circunstancias traumáticas que hayan podido aflorar en momentos concretos o puntuales de nuestra existencia, y que permite seguir caminando por la vida, con decisión y fortaleza, con seguridad y aplomo… Desde la tranquilidad de saber que no estamos solos en la adversidad más cercana y próxima,  que siempre podremos encontrar la dulce y cálida palabra de consuelo, el hombro donde poder aflojar nuestras tensiones, angustias. Los brazos de quien, desinteresadamente, nos acoge sin preguntas, reflexiones o críticas. Desde el amor, en la cercanía, en el ahora. Desde la proximidad. Desde el Espíritu que une y da fuerza a toda la existencia.

Federico de Sánchez

Espiritualista, filósofo y orientador espiritual. Presidente de la Sociedad Española para la Difusión de la Espiritualidad (SEDEL), Vicepresidente de la IANDS-España (International Association for Near Death Studies para España), Adjunto a la Presidencia de la Sociedad Española de Ayuda al Duelo y a una Muerte Serena y Lúcida (SEAMUS).www.nuevaespiritualidad.org

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