Por José Antonio Cordero.- En todos los caminos se encuentra la Inteligencia, unas veces conduce totalmente al ser humano, otras veces con menos participación porque se antepone la tozudez humana.
La tendencia general es que todo tiende hacia la evolución. Un árbol de hoja caduca también está sometido a la ley natural, cuando desaparece la hoja vuelve a rebrotar nuevamente la vida. En una parra que en invierno parece estar seca, en primavera y verano vuelven a rebrotar las hojas y aparecen los racimos. Esto quiere decir que bajo la ley natural ninguna desaparición es permanente. La transformación es una constante en el proceso evolutivo.
Las personas nacen y mueren, nadie desaparece, se transforman y siguen sus procesos evolutivos. Cada etapa es conducida de acuerdo al último impulso realizado. Ningún impulso evolutivo se pierde jamás.
Pero la vida es exigente cuando se avanza por la delicada línea que lleva hacia la conciencia pura, el lugar donde toda actividad es guiada por la inteligencia pura que gobierna todo el universo. Esa delicada línea no es estrecha, nunca antes se gozó de tanta libertad, con la autenticidad de experiencias sublimes de felicidad y amor.
La hoja cae para quien no cambia su tradicional y convencional forma de vivir. El gozo verdoso de la hoja ve que su color se va marchitando y llega el momento de caer y siente que cae hacia un lugar incierto viendo que arriba quedan su rama y sus hermanas hojas aún en el árbol. Esta parte de la vida resulta dolorosa cuando la hoja no ha sentido las cualidades de la sabia ni la naturaleza de la semilla que la creó. La vida nos obliga a encontrar el sitio adecuado, nos obliga a tener la firmeza necesaria que se requiere para disfrutar plenamente.
Hay un factor de la inteligencia que es exigente, hay un planeta que nos rige a todos, y para no extendernos le llamaremos el planeta de la sensatez, es el que nos quita el velo de las ilusiones que van y vienen, el que hace al inmaduro o al desenfocado retomar la vida con sensatez y buen criterio. Dicho de otra forma es el que quita el velo de ilusión alegre de construir castillos de arena mediante el viento, la lluvia o la marea, y el castillo desaparece completamente. Cualquier situación o momentos que sean como castillos de arena caerán en el momento menos esperado. El dolor y la desorientación aparecen, pero es la inteligencia de la naturaleza la que nos está enseñando de que no podemos seguir viviendo dentro de un castillo de arena y con todos los lujos, la naturaleza nos indica que la falta de auténtica realidad hará desaparecer las ilusiones creadas, como una vida superficial y sin sentido.
Lo ficticio desaparece, la naturaleza nos exige un cambio importante y una amplia visión, al mismo tiempo que nos indica que para construir hay que tener unos cimientos sólidos. Esa solidez se consigue con conocimientos profundos, con la experiencia directa del Ser que es a la Vida como la savia es al árbol. Esa es la madurez que debemos alcanzar.
Cuando se ha empezado a llevar una vida sana, volver al vasto horizonte de la mediocridad, si el cuerpo no da avisos de rechazo, entonces el golpe de la enfermedad aparecerá. Cuando se lleva una vida inconsistente y caprichosa, si el cuerpo o la mente no dan avisos de rechazo, entonces el sufrimiento y las lágrimas aparecerán. La vida no castiga, lo que hace es orientarnos para abrir los ojos de la sensatez. La vida no es cruel, la inteligencia de la naturaleza sería cruel si permitiese la torpe ceguera para siempre.
Una vez que hemos empezado a cultivar con los rigurosos y exigentes sistemas ecológicos, la naturaleza no invita a dar pasos atrás, hay que seguir hacia adelante como sea. Volver al envenenar sería una falta de sensatez que pagaríamos con creces.
Es más fácil cultivar con químicos, herbicidas y pesticidas, incluso el beneficio económico es superior porque los gastos y mano de obra son menores, pero la delicada línea de la inteligencia no avanza hacia la enfermedad del pueblo sino hacia la salud de todos. Ya no podemos dar marcha atrás, necesitamos seguir creciendo, y aunque veamos que algunas cosechas se puedan perder por alguna plaga y que fácilmente se podrían solucionar con algún químico fuerte que afectará al consumidor. La falta de sensatez se paga.