Por Emilio Mendiola Alcalá.- Espiritualidad (del latín spiritus, espíritu), que significa viento o respiración. En un sentido amplio, significa la condición espiritual. En este sentido, y referido a una persona, se refiere a una disposición principalmente moral, psíquica o cultural, que posee quien tiende a investigar y desarrollar las características de su espíritu. Esta decisión implica habitualmente la intención de experimentar estados especiales de bienestar, como la salvación o la liberación. Se relaciona asimismo con la práctica de la virtud.
Algunos puntos de vista filosóficos, utilizan el término para hacer referencia a la oposición entre materia y espíritu, o entre interioridad y exterioridad.
Sin embargo, por el contrario, la postura filosófica de los practicantes del budismo Zen concibe la “unidad” de los opuestos:
Un filósofo, Nishida Kitaro (…) también se entregó a la práctica Zen, de la que destiló su concepción filosófica de la “unidad” de los opuestos (espacio y tiempo, espíritu y materia, auto-conciencia y conciencia objetiva, individuo y mundo). Michiko Yusa, Religiones de Japón, 2006.
Dicho todo esto que bien podemos leer de diversos autores, yo me quedo con la definición de: “La Espiritualidad es esa respiración interior que nos hace estar en contacto con nosotros mismos, con lo que hay verdaderamente, con lo que es y en contacto con la esencia de lo que nos rodea sin más observación que la de ser espectador atento al universo del cual formamos parte”
Muchas son las formas de sentir, expresar o verbalizar la espiritualidad que todos en el fondo andamos buscando. Unos la llaman religión, otros seudo-ciencias y otros las utilizan para satisfacer a su ego y engañar a otros. Sin engañar con sutilezas de lo que somos y como nos afecta en ese plano espiritual que, deformado, se enmascara en rituales, sanaciones y gurús o maestros de la esencia de la vida. Yo mismo en mi condición de maestro de reiki, nombre que nunca me ha gustado utilizar, pues entiendo que ser maestro en algo es haber realizado un gran recorrido en el cual todavía camino como un alumno atento, en si siempre he sentido que soy un formador que transmite una información de una forma más o menos pedagógica. Pero no hablemos de mi, hablemos de esa espiritualidad que hoy sirve de moneda de cambio ante una sociedad convulsa en sus propios cambios, un momento socio-económico disperso, un movimiento social de extremos y de miedo a la convivencia sin distinciones, de desigualdades, de locura colectiva y de un mirar a otro lado, también por miedo a que a mi no me toque.
¿Dónde esta esa espiritualidad que nos mueve a no quedarnos impávidos ante lo que acontece a nuestro alrededor?. ¿Puede un ser espiritual, que siente, dejar que lo que acontece siga aconteciendo?. No quiero decir que tengamos que hacer, quizás lo que no sabemos o somos capaces. Pero en mi respetuosa observación, obtengo la muestra de que mi propia espiritualidad, en el amor hacia mi ser, hacia mi templo, me llevará a mover esa energía contagiosa de que todos nos miremos dentro y seamos esos espíritus aprendiendo y sintiendo. Entonces solo entonces, nada será igual y ya no tendremos que seguir vivenciando esa locura colectiva, puesto que la conciencia social será movimiento de ese despertar consciente y presente de tu propio espíritu.
La Espiritualidad, es tu propia respiración del alma…
Emilio Mendiola Alcalá