Por Guillermo A. García.- No siempre está presente en una experiencia cercana a la muerte, pero a veces se describe una minuciosa revisión de la vida que dejamos atrás, cuando la misma se produce entonces es posible observar todos y cada uno de los hechos y pensamientos vividos, en una especie de panorama tridimensional, exquisito e impiadoso nos vemos exactamente cómo desde afuera fuimos vistos en la tierra, con la ayuda de ese panorama es posible repasar nuestra vida teniendo a la vista nuestras verdaderas intenciones y el efecto que causamos en los demás.
Nada de lo vivido, pensado, deseado, ambicionado, sufrido o gozado escapa a esa revisión panorámica, todos nuestros actos son expuestos para nuestra revisión y para una cierta rendición de cuentas, más para el juicio de nuestras consciencias que para un tribunal celestial que nos haga pagar algo o nos explique nuestra condena, tal juicio externo no parece existir en los reinos eternos, si alguien nos ha de juzgar seremos nosotros mismos, ¡Téngase presente!.
Cómo una especie de puesta al día con nosotros mismos después de despertar en el más allá, vemos qué hicimos, qué nos motivó, qué decidimos y por qué lo hicimos y decidimos de esa manera. El motivo profundo o esencial que nos animó en nuestra existencia queda a la vista. También descubrimos por primera vez que impresión causamos a los demás con nuestros actos terrenales, puede ser un trago algo amargo, puede no serlo, depende de nosotros, de las intenciones que ponemos en acto en cada encrucijada de nuestras vidas
Cada vez que presento el tema a una audiencia veo caras de preocupación, especialmente en los asistentes de mediana edad en adelante, en general no nos sentimos cómodos con esa especie de desnudez del alma, vivimos refugiados en el castillo de nuestros cuerpos y, al final de esta parte de nuestro interminable viaje vital, ese castillo cae y nos vemos tal cual somos, qué amamos realmente, es simplemente cuestión de ser conscientes de que hay que vivir atentos a nuestras decisiones vitales de tal manera que se puedan mostrar sin problemas al final de nuestro viaje terrenal, no es tan difícil. Es muy común que luego de una EUM el sujeto preste especial atención en cada encrucijada de la vida a las intenciones de cada decisión que toma, sabiendo claramente que las mismas estarán a la vista después de su viaje definitivo, que rebotarán cómo el eco en una montaña. Se trata de tomar nuestras decisiones a la luz que nos alumbrará el último día de nuestras vidas.
En algunos casos la vida vivida es expuesta sólo para nuestra consideración, es común que nos moleste lo escaso de nuestros logros en comparación con el potencial que tenemos, otra vez hay que tratar de dar lo mejor de nosotros mismos, es interesante hacer notar a las amigas y amigos de Mindalia que la palabra griega para pecado es AMARTÍA, la palabra significa entre otras cosas, desacierto, desorientación vital, quedarse corto … , es una palabra del campo marcial, se puede entender cómo errar el blanco o poner poca fuerza al actuar, muchas veces en una revisión de vida vemos que nos quedamos cortos, pusimos poca fuerza, esto es, pecamos en el sentido original de la palabra tal cual fue usada por los evangelistas, no en el sentido occidental de la misma, ambos sentidos son un poco diferentes. En otras ocasiones una figura espiritual nos pregunta, ¿De todo esto que puedes mostrarme a mi?, tenemos entonces que encontrar en nuestras vidas allí expuestas algo presentable a un ser que nos ama incondicionalmente y ver si hemos hecho algo que esté a la altura de ese amor incondicional, no parece fácil, tampoco es imposible, nadie nos pedirá más que lo que nuestras fuerzas permitan.
No esperemos un tribunal impiadoso, para eso estaremos nosotros mismos, en los evangelios se cuenta el caso de la mujer adúltera a punto de ser apedreada, estaba cerca Jesús, le preguntaron si era válido ejecutarla, en principio no contestó, dicen las escrituras que se limitaba a escribir en el suelo y dijo: «el que este libre de pecado que tire la primera piedra», luego los acusadores se iban retirando de uno en uno, la tradición oral nos dice que Jesús escribió en el piso los nombres de los presentes y al lado un pecado cometido por el nombrado, no hubo juicio, sólo exposición de la verdad, algo así nos pasa en el más allá, la revisión de la vida nos hace tomar consciencia y nos auto calificamos, el amor de Dios nos refugia a condición de que nos veamos tal cual somos y nos comprometamos a ser mejores, sin amartía.
Se observa también que a nadie se le pregunta por sus logros materiales, tampoco nos importa a nosotros a la hora de emprender la etapa eterna de nuestro viaje de existencia, basta con haber aprendido. Una vez que nuestros días en la tierra quedan atrás continuamos evolucionando eternamente, aquellos que piensen que a morir estaremos dormidos o en nube tocando un arpa se verán sumamente contrariados, nuestras vidas nos permiten aprender y experimentar para luego seguir existiendo, la revisión de la vida después de morir es parte de ese proceso de aprendizaje.
Propongo a las amigas y amigos de Mindalia que a la hora de tomar decisiones en sus vidas, especialmente las importantes o aquellas que sin serlo necesariamente implican a terceros, se sitúen mentalmente en el último día de sus vidas terrenales y a esa luz decidan qué hacer o qué no hacer, piensen cómo verían esta decisión si hoy estuvieran dando la bienvenida a la parca, créanme nada nos hace ser más conscientes y más responsables que tener presente la hora de nuestra muerte.
No tengamos temor a vivir nuestras vidas, tampoco a morir a ellas ni mucho menos a la revisión de las mismas, sólo seamos conscientes, podemos estar seguros que en el más allá nos espera nuestro hogar definitivo, y todo el amor, y toda la comprensión.
Guillermo A. García