Por Gabriel Lumière.- Junto a las angustias producidas por las crisis más profundas, nos acompaña un componente fundamental que nos sostiene ante la intensidad con la que esta crisis se vive, y la forma en la que estas emociones se manifiestan o se retiran: la fe (o la ausencia de ella.)
En este camino de atravesar las experiencias con aprendizaje consciente, he descubierto que uno de los puntos más importantes del problema no radica realmente en la raíz consciente o inconsciente de la crisis, en atravesar el duelo correspondiente, o en las vivencias de las emociones que se desatan; si no, en la fe que nos proporciona la capacidad de enfrentar, resolver y trascender la crisis.
Cuando se alcanzan episodios más complejos y/o crónicos de angustia, ansiedad, melancolía, depresión, duelo, tienen en común una tremenda sensación de falta de fe. Y no me refiero al aspecto místico o religioso de la fe, sino a la «chispa» de vitalidad interior (relacionada con la energía creativa y sexual) que nos permite resistir y avanzar frente a las vicisitudes de la vida.
La fe en uno mismo, es el elemento por el cual parte la fe en las personas, en la vida, y en toda la existencia; es lo que diferencia el cómo se atraviesa cualquier oscuridad.
Cuando se enciende la lámpara de la fe, incluso frente al miedo, uno de los más grande de los monstruos, este pierde su fuerza y su poder. Allí comienza nuestra labor de aceptación, y se manifiesta la valentía característica que nos permite la entrega al estado presente que se está viviendo.
Activa tu fe, practícala, sostenla, recuerdala, y recurre a ella cada vez que la necesites:
VIIII: La energía que hace la diferencia entre lo que te lleva a sufrir ante un obstáculo o a superarlo, es la fe que tienes en ti mismo.
Gabriel Lumière
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